Tras la reciente revaloración del cuadro de Murillo que se encuentra en Texas, además de rescatar de la amnesia de la historia del arte una importante obra, se abre un nuevo paisaje en la catalogación del universal pintor sevillano. En la bibliografía actual se cita solo a 3Vírgenes del Rosario de talla completa de Murillo: la del Museo del Prado; la perteneciente al Museo del Louvre,pero que desde 1949 está a modo de préstamo en el Museo de Goya en Castres (Francia); y la del Palacio Pitti (Florencia). Pero haciendo justicia sobre el cuadro que estuvo entre los carmelitas calzados sevillanos,debemos incluirlo en la lista de este pintor. En los libros de arte actuales han confundido este cuadro que mencionamos con el que está en Florencia. La similitud entre los dos es desde luego máxima, salvo que en el del Palacio Pitti el rosario cae en línea recta, mientras que en el que ahora pertenece a un marchante mexicano lo hace más en oblicuo. Murillo siempre hacía varias versiones muy parecidas ante iconografías más demandadas.
Las fuentes antiguas que describen este cuadro escondido son las siguientes. Ponz llega a decir en Viages de España (1772, p. 103) que esta obra es “una de las pinturas más bellas de Murillo”. Bermúdez, en su Diccionario Histórica (1800, vol. II, p. 59) la describe como “una excelente Virgen de cuerpo entero sentado con el niño, en el altar de la sacristía”. También lo citan autores como González de León, en sus Noticias Artísticas (1844, p. 199), Head en su Handbook of the history of the spanish and french schools of painting (1848, p. 186), Stirling en sus Annals of the artist of Spain (1848, p. 1420), o Curtis en su Velázquez and Murillo (1883, p. 152). La última foto que teníamos de este cuadro es la que aparece en The work of Murillo(Nueva York, 1913, p. 27). Desde entonces se le pierde la pista a este cuadro, o al menos desde el punto de vista bibliográfico.
El cuadro salió del convento del Carmen poco antes de la invasión napoleónica. Tras pertenecer al cónsul inglés Julian Williams, que tenía una importante pinacoteca en su palacio en la calle Abades, pasó a los barones Eden, en Durham (Inglaterra) en 1844. Es por tanto, de las diferentes Vírgenes del Rosario de Murillo, la que más tardó en abandonar Sevilla. Al nuevo destino y al mismo tiempo se fueron también la Virgen de la Manzana y la Visión de San Francisco, que estuvieron por cierto en la exitosa exposición de hace dos años El Joven Murillo.
Sin duda, esta Virgen del Rosario hubiera participado en esa exposición de haberse reconocido antes. Pero nunca es tarde si la siembra es buena, y ahora se puede abrir dos caminos para que este hermoso cuadro, cuyas medidas son 168 x112 cms., pueda volver a Sevilla, y los dos pasan por el Museo de Bellas Artes. Uno es que se exponga temporalmente, como se hizo hace unos meses con otro lienzo de Murillo, La Resurrección del Señor.
La otra opción es que el Museo lo compre. El Museo Sumaya, en México, está detrás de esta Virgen del Rosario en los últimos días, pero que como marchante que es el dueño del cuadro, “escucharía con atención una oferta razonable del Museo de Sevilla”. A pesar de que nuestra situación económica no es propicia para hacer un gran desembolso, y ante la total desidia e inmovilismo de los políticos con respecto a la segunda pinacoteca del país (¿cuándo van a ampliarla?), el Museo tiene una ocasión de demostrar iniciativa propia, además de ganarse más aún a los sevillanos. ¡Cuánto cariño ha despertado la Santa Rosalía de Velázquez desde que se quedó en la ciudad que lo vio hacer! Sería una gran noticia si ocurriera lo mismo con esta Virgen de Murillo, y que además la pudiéramos ver cuando quisiéramos.
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