Aguanta el tipo para relatar a Viva Huelva su particular drama, pero conforme va avanzando su discurso y se acerca a la parte más peligrosa de su historia, María Rengel rompe en llantos, la voz le tiembla y el miedo le nubla su calma inicial.
Su caso no pasaría de ser uno más de los muchos, demasiados, de personas que se han quedado sin casa por no poder hacer frente al pago de la hipoteca. Pero se complica aún más cuando tras haber asumido ya su particular caída al precipicio, su hermana corre ahora el riesgo, tres años después, del mismo desplome.
Sin casa por 2.000 euros
María Rengel vivía en un piso en la Barriada del Carmen de la capital onubense. La empresa para la que trabajaba, una agencia de limpieza, dejó de pagarle, y acumuló cuatro meses sin poder pagar su cuota hipotecaria, hasta sumar una deuda con Cajasol de 2.000 euros: “Traté de llegar a un acuerdo con Cajasol para ver cómo afrontaba la deuda, pero no aceptaron y me dejaron sin casa”. Desde entonces, ella y su hijo viven de alquiler.
A la calle y con deuda
Dice María que una vez que la entidad bancaria presidida por Antonio Pulido tasó su piso y ajustó las cuentas pendientes, “me dieron un informe de deuda que ponía que el dinero que yo les debía era 7.000 euros, que en un año había creado 3.000 euros de intereses”, por lo que María estaba en la calle y aún debía pagar 10.000 euros a Cajasol. Con esto de que la dación en pago ni está ni se le espera, María empezó a hacer sus cuentas para acabar de pagar al banco que le había dejado de patitas en la calle: “Hace aproximadamente un año fui al banco para preguntar cómo podía pagar mi deuda, pero ya no tenían mi documentación”.
De 7.000 a 80.000 euros
La hermana de María había avalado su operación hipotecaria con Cajasol. Hace dos meses entró tristemente en escena, cuando recibe dos notificaciones en el que le piden 80.000 euros si quiere seguir con su casa. Las cartas fueron remitidas por Lindorff Holding Spain y Vion Europa Limited, empresas dedicadas a la compra y recobro de carteras de deudas, a las que Cajasol vendió, entre otras, la deuda de María Rengel.
Lindorff le pide 5.000 euros, y Vion Europa Limited, 75.000. “Nadie ha logrado explicarme cómo mi deuda ha pasado de 7.000 más intereses a 80.000 en apenas dos años”, relata María, quien explica que una vez repuesta del susto intentó negociar con estas agencias el pago de la deuda, y de hecho les ha hecho un primer ingreso para dejar constancia de su disponibilidad a abonar lo que le dicen que debe: “Les propuse que llegáramos a un acuerdo para ingresarles la cantidad que acordáramos mensualmente, porque ni de lejos tengo la cantidad que me piden, pero me han dicho que no y me exigen la totalidad, y si no se la pagó, en cuatro o cinco meses empezarán a tramitar la documentación para embargar a mi hermana”.
Con el estómago encogido, María concluye su relato diciendo que su hermana, casada y con una hija de dos años, “está destrozada, se ve fuera de casa”, y ella, enferma de responsabilidad, resume sus sensaciones describiendo que “estoy desesperada. Yo ya lo tengo todo perdido, pero mi hermana no, mi hermana no...”.
La caja se quita de encima la negociación con sus clientes
Cuenta María que se reunió con el director de la sede central de Cajasol en Huelva, en la calle Plus Ultra, con el objetivo de que le explicase por qué su deuda había pasado de 7.000 a 80.000 euros. “No me aclaró nada, y me dijo que no se explicaba cómo mi deuda estaba en manos de dos agencias”. Normal la sorpresa del director, más teniendo en cuenta que Banca Cívica (a la que pertenece Cajasol) vendió una cartera de créditos de un importe de 800 millones de euros a Vion Europa Limited, por lo que la presencia de Lindorff Holding Spain en el caso de María le pudo resultar extraña.
Con el trato que Banca Cívica llega con esta empresa dedicada a la compra y recobro de carteras de deudas, la entidad bancaria, lejos de la filosofía antigua de las cajas de tener un trato cercano con el cliente, se lava las manos y ya los clientes no tienen nada que hacer si quieren negociar sus pagos con la caja, ya que la negociación pasa directamente con los ‘nuevos dueños’ de la deuda, mucho más exigentes y deshumanizados, si cabe, que las entidades bancarias.
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