Notas de un lector

Tierra enamorada

No corren malos tiempos para la lírica portuguesa. Aunque situada en la periferia de los mapas, su atlas poético está impregnado de grandes autores que han escrito espléndidas páginas en estos dos últimos siglos. A nombres ahora más reconocidos -Sophia de Mello Breyner, Eugenio de Andrade, Ruy Belo, Nuno Júdice, Ana Luisa Amaral, Fernando Pinto do Amaral…-van uniéndose otros, que sin tener la misma repercusión en el extranjero que sus compañeros, vienen realizando una obra rigurosa y meritoria.


Tal es el caso de Antonio Manuel Pires Cabral (Macedo de Cavaleiros, 1941). Este licenciado en Filología Germánica ha publicado ya más de cincuenta obras, entre crónica, teatro, ensayo, ficción.., pero sin duda que es en el género poético donde se mueve con mayor devoción e insistencia.
En 1974, vio la luz su primer poemario, “Algures a Nordeste” y en 2009 el último, “Arado”. Entre medias, se han sucedido otros dieciséis títulos. En muchos de ellos, el vate portugués ha querido mantener su compromiso con la compleja realidad social que se vive en los Tras-ós-Montes -su zona natal-, debido a la emigración o a la desaparición de algunos de sus pueblos a causa del irresponsable olvido de las instituciones políticas.

La edición de “En algún lugar al Nordeste. -Catálogo de feos, sencillos y humildes-” (CELYA. Colección Generación del Vértice. Salamanca, 2010), nos acerca ahora la voz de Pires Cabral y nos sitúa ante una poesía de esmerado aliento, de sensibilidad manifiesta, y que recuerda ese carácter cordial y melancólico del que parece impregnado el país vecino.
Las certeras traducciones de José Luis Puerto y Jesús Losada, se completan con un aclaratorio prefacio del segundo en el que afirma: “este `Catálogo´ de resistencia lo constituye la familia, los animales, la gente de los pueblos, sus costumbres, los monumentos, la vegetación y la fauna”; y añade: “no se trata de hacer poesía recuperando temas ligados al mundo natural, sino que se trata de revitalizar un tipo de lenguaje poético que se `rebele al mundo´”.

En efecto, la lírica de Pires Cabral respira sincera confesión, imágenes llenas de humanismo, pero sin perder nunca de vista la célula íntima y pretérita que ya no puede ser lo que fue, pero que tampoco es lo que quisiera: “En ti, oh tierra,/ que te deslizas lentamente entre mis dedos/ como un polvo fecundo, antiguo,/ renovado,/ en ti reposan/ dulcemente mecidos mis abuelos;/ de ellos nace también alguna flor,/ alguna expresión de color verde/ algún saludo amigable/ de perfume”.
Además, su cántico se dirige hacia las remembranzas de la infancia, hacia el amor al familiar -bellísima la elegía “Un paréntesis: muerte del padre”-, hacia los necesitados -pobres, gitanos, prostitutas-, hacia la lluvia, el viento… y hacia todo aquello que forma parte de la Naturaleza (“Oh tierra,/ elemental proceso de amor (…) me es inaplazable cantarte!”) y que brota y que late desde sus adentros: “El vino recompensa los horizontes, altera/ en tiempo contrario de miseria o desconsuelo./ He aquí del vino,/ la breve y difundida tentación, el lento ardor”.

Poesía, en suma, ajena al oropel y a la vana retórica, que va al encuentro de un objetivo transparente y real, que arde “mansamente y con coraje” detrás de su vital mensaje.


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