Notas de un lector

Eramos tan niños

Con motivo de la celebración del Festival Off PhotoEspaña 2011, y de la mano de nuestro laureado realizador cinematográfico Pedro Almodóvar, la galería Elvira González de Madrid acaba de inaugurar la exposición “Robert Mapplethorpe. La mirada de Pedro Almodóvar”, con un total de veintiocho instantáneas realizadas por este irrepetible fotógrafo entre 1976 y 1989. Confiesa el director manchego que la mirada de Mapplethorpe era muy similar a la de Francis Bacon, “tanto por su asepsia como por la ferocidad de sus contenidos, en las que la materia plástica se acaba imponiendo sobre la limpieza formal”.


Así puede comprobarse en las dos primeras fotografías que el visitante encuentra en su recorrido: un autorretrato, centrado en los ojos de Mapplethorpe y otro de la cantante y “madrina del punk”, Patti Smith, amiga, amante y figura determinante en el recorrido vital y artístico del primero. No en vano, ambos compartieron vida y aspiraciones en el Nueva York de los años 70 sellando una amistad que solo acabaría con la muerte del genial fotógrafo en 1989.

De los pormenores de dicha relación nos habla precisamente Patti Smith en “Éramos tan niños” (Lumen, 2010), libro de memorias de esta poeta del rock, en el que nos relata su vida en común con Mapplethorpe y los años que ambos compartieron en el centro neurálgico de la bohemia poética y musical neoyorkina, en la que reinaban Allan Ginsberg, Andy Warhol, Sam Shepard o Bob Dylan.

Lejos de ser un libro triste o nostálgico, es un homenaje a la amistad sin trabas, y sus páginas cargadas de vitalidad y humor nos devuelven el sabor de ese tiempo en el que casi todo era posible. Recién llegada a Nueva York, con apenas veinte años y un equipaje que tan solo contenía “lápices de dibujo, un cuaderno, un ejemplar robado de las “Iluminaciones” de Rimbaud y varias fotografías de sus hermanos”, pronto se vería deslumbrada por una urbe “auténtica, furtiva y sexual”.
Poco después de encontrar trabajo en una librería, conocería a Mapplethorpe y juntos iniciarían una estrecha relación dispuestos a abrirse camino como cantante de rock and roll ella, como escultor y fotógrafo él. A veces, sin nada que comer, pero con la ambición intacta, ambos aprendieron a completarse mutuamente, dedicando sus energías en exclusiva al arte: “Crearemos arte juntos y triunfaremos -llegará a escribirle Mapplethorpe-, con o sin el resto del mundo”.

Almas gemelas, cómplices en lo bueno y en lo malo, acabaron instalados en el Hotel Chelsea, “una casa de muñecas situada en los límites de la realidad, repleta de espíritus vivos o muertos”: Virgil Thomson, Arthur C. Clark, Dylan Thomas, Salvador Dalí… En ese escenario, ambos aprenderían a canalizar aquel torrente artístico que terminaría dándoles fama y convirtiéndoles en una leyenda irrepetible. Con esa voz tan personal y poderosa que ya nos deslumbrara en su libro “Babel”, la autora va desgranando triunfos y fracasos, éxitos y desengaños, cumpliendo con la promesa que un día le hizo a su amado: contar su historia. Una historia que para él terminaría con su muerte, víctima del sida, y que ella aún sigue escribiendo, en sus canciones, en sus poemas, en libros tan conmovedores y auténticos como éste.

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