Alfonso lo ha mamado desde pequeño. Aunque nunca se sintió un niño prodigio, siempre fue un autodidacta, de los de sobresalientes sin estudiar, el pequeño de la casa al que todos acudían para resolver los problemas técnicos, que pronto apuntaría maneras con el ritmo. Y ahí, su madre, alerta siempre a las inquietudes de sus hijos, vio en el piano el mejor medio para abrirse camino. Con nueve años lo llevó al concurso de Teresa Rabal, Somos los niños, y lo ganó. Y con 13 lo presentó a un casting y obtuvo primer premio en la modalidad de piano.
El hecho marcaría su destino porque eran 250.000 pesetas en una beca gracias a la que conoció a Ana Guijaro, la mujer que descubrió su verdadero talento y encauzó su carrera de forma definitiva, dejándolo en manos de María Floristán en el grado medio de Sevilla y convirtiéndose después en su tutora en el Superior de Madrid.
El pianista del ‘Fantasma’
En Alcalá dejaba a sus padres y a sus hermanos, Manolo, Antonio y Marta, a sus amigos de los Salesianos, que siguen hoy siendo su pandilla, y en Sevilla a los compañeros del Instituto San Isidoro y a los del conservatorio del Gran Poder. Fue duro pero fue traumático porque contaba con toda la complicidad de los suyos y Madrid le aguardaba con la alfombra roja. “Nos vinimos para acá como los que cruzan España de Francia a Marruecos, con el coche hasta arriba del todo, pero sí, a mi familia le debo todo, confiaban realmente en mí y desde que me vine a Madrid en todo lo que he ido decidiendo me han apoyado”, relata.
Al año de llegar a Madrid entró como pianista titular de la Joven Orquesta Nacional de España, pero el teatro se le cruzó en el camino y lo eligió como sólo el amor elige a sus corazones.
Con 19 años Alfonso se convertía en pianista suplente en El Fantasma de la Ópera, sustituyendo paradójicamente a uno de los músicos que hoy dirige en Madrid. A los 21 dirigió Mamma Mía!, fue pianista también en La Bella y la Bestia y director en la gira de High School Musical.
Tiene alma de Peter Pan, admite. Aunque de todos los personajes que se han interpretado mientras él dirigía se siente más identificado con el Jean Valjean de Los Miserables. “Yo creo que soy tan apasionado como él, además es la única manera que entiendo que debe ser para hacer este trabajo. Si no estás el 100% implicado no va a salir nunca”. El director en España del musical más visto en el mundo, con 56 millones ya de espectadores, reconoce que el estado de ánimo influye en el resultado final de la obra: “Es lo más difícil de controlar, porque al final esto también no deja de ser una profesión y te debes a un público”. También hay días y días, en los que cuesta emocionalmente dirigir, reconoce. “Sí, sobre todo los estrenos y las últimas funciones. Y todavía hay un montón de días que me cuesta hacer el ‘Sálvalo’, la canción cumbre de Valjean, porque a veces se crean esos climas tan bonitos que se te coge un pellizco y hay que manejarlo”, señala.
Los profesionales del teatro musical en España le acaban de reconocer entre todos, el mejor director de un Musical en España. “Para mi es una anécdota para seguir trabajando”, resume con humildad esquiva. “Quiero pensar que vendrán cosas mejores “, concluye.
Jean Valjean lucha hasta la muerte por hacer feliz a su hija. Alfonso Casado, esa batalla ya la ha ganado, porque a Fini, la mujer que le dio la vida, ya le ha hecho la madre más feliz.
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