En el año 2002, Custodio Tejada editó su primer poemario, “Rosas de luz”. Desde entonces, su obra ha ido ampliándose hasta haber firmado otros cinco libros: “Urna de cristal” (2006), “El hábitat que pisamos” (2008), “Cigüeña de nieve” (2008), “Recuerdos y coordenadas” (2014), “Un horizonte de significados” (2021) y “Brújula Veleta” (2023).
Ahora, la colección Averso, publica “Rinzenmuseum”, una nueva entrega del poeta granadino (1969) que no es sino una invitación a adentrarse en un espacio donde la poesía se convierte en ritual de revelación. Porque en su afán de sacralizar lo cotidiano y trascendente, hay un yo que anhelaretener lo irrepetible, verbaliza larvívida sustancia y transformar la inherente naturaleza en un lenguaje extendido más allá de las palabras: “Marcha el poeta,/queda la poesía/ limpia y brillante,/ escrita a borbotones,/ leal y para siempre”.
En su preámbulo, el propio autor anota que en este volumen“un rosario de haikus inspira la primera parte. En la segunda, un conjunto de tankas lleva y trae de un trance a otro, de una mirada a un latido. Y un conjunto de poemas más largos ensancha el camino lector y vital del libro en las dos últimas partes. Rinzenmuseum tiene algo de templo, pero también de ágora y oráculo”. En él y frente a él, se halla el pasaje para un viaje hacia lo místico, donde la contemplado y lo sorprendente se entrelazan en una danza que lleva desde la percepción sensorial hasta el pensamiento metafísico: “Si me deja vivir/ la disonancia del mundanal ruido/ la mística fiel de lo cotidiano/ yo dejaré un rastro/ de miguitas de pan/ que lleven de lo sólido a lo etéreo (…) Y entregado a tu amor/ seré origen y destino de lo extraordinario”.
En el decir de Custodio Tejada se refleja la ambición de encender la lumbre de lo perdurable, de atisbar la profundidad y la acordanza de un ser que se presenta en forma de imagen pura, condensada en tres versos. Así, ocurre, en su primer apartado: “El jardín de los instantes luciérnagas o los trinos panojas”: “Feliz infancia:/ juegan en el recreo/ magia y memoria”
En lostankas, “Luminiscencias Gyotakus”, se amplifica la mirada de los poemas, llevándolos a otro nivel de introspección, pues, en ellos, se adivina un suspiro prolongado, una reflexión que abarca más espacio en su tiempo y en su pensamiento. Hay quietud y hay movimiento, un pálpito compartido que va más allá de la propia consciencia, como, por ejemplo, en el titulado La vida: “Momentos, solo momentos, una suma/ inacabada/ de frágiles vagones/ que al final descarrilan”.
Sus dos últimas secciones, “Cámara obscura” y “Puente místico”,se abren al lector como un diálogo que quisiera ser comprensión colectiva, conciencia unánime que haga despertar la realidad vital y que abra la dimensión de lo efímero y lo eterno en una suerte de lírico testimonio humano: “Estaba yo vencido y sin aliento/ cuando entraron los ángeles cantando/ en busca de mi alma/ para encender el fuego/ de la fe y su consejo”
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