"Es un papel enorme, el más grande que voy a cantar en mi vida. Es muy complicado, porque hay un montón de variaciones de texto y música y lo más difícil es que nunca sabes cuál es la que toca", resume en una entrevista con Efe el que está considerado uno de los más destacados bajo barítonos de su generación.
El compositor, organista y ornitólogo francés Olivier Messiaen (1908-1992) decía que "amaba a los cantantes" y que no tenía "ninguna gana" de hacerles "silbar o hipar" pero, "claro", se ríe Marco-Buhrmester, son cuatro horas y cuarto de música -en el Madrid Arena, donde la representará el Real, se añadirá un descanso de media hora y otro de una hora- repletas de "trampas".
El intendente del Real, Gerard Mortier, propuso al artista, de padre madrileño y madre de Hamburgo, que fuera San Francisco hace ya dos años y él le dijo que "no", porque le parecía que era demasiado joven para el papel.
El belga le replicó que cuando se estrenó en 1983, en la Ópera de París, el protagonista, Joseph van Damm, tenía 43 años, una edad muy parecida a la suya -47 ahora-.
"Le dije que no podía decirle nada y que me lo pensaría. Lo pensé. Un mes entero. Le dije que sí, pero la verdad es que es un trabajo eterno, nunca terminas de estudiar, y que da miedo aunque me gustan los retos".
De cualquier forma, vuelve a reirse, va a ser muy difícil que entre los 4.200 espectadores que cada día caben en el Madrid Arena, en la Casa de Campo, "haya más de dos o tres" que puedan hacer "comparaciones" porque la hayan visto en otra ocasión.
Su gran complejidad -cerca de 250 intérpretes, entre solistas, coro y orquesta, en escena- "asusta" a los teatros, que, aunque tengan la capacidad en el foso y en tablas, no suelen representarla.
Marco-Buhrmester estuvo más de un año estudiando la partitura y los últimos cuatro meses "sin parar de cantarla" y a pesar de su profundo conocimiento de ella no sabe si le ayudaría en su esfuerzo "ser creyente".
"Cuando se canta un rol que no tiene nada que ver contigo lo cantas igual que si sí lo tuviera, con la misma entrega y experiencia. Das todo lo que puedes dar y lo haces porque te gusta, aunque supongo que en este caso sería mejor si fueras creyente. Lo que sí necesitas es que la fuerza te acompañe", y se carcajea de nuevo.
"Para mí no es una ópera, es un oratorio gigantesco. Casi no pasa nada, están hablando, se oyen muchos pensamientos de Francisco y de Messiaen, pero no hay ni acción dramática ni de amor de una pareja o entre varias, como en todas las óperas, y se nota su falta".
Dice que "ayuda mucho" el trabajo que ha hecho Giuseppe Frigeni, el coreógrafo encargado de la "disposición escénica".
"Fue bailarín y se nota. Ha hecho algo bellísimo usando el cuerpo de los cantantes. Movimientos elegantes, armoniosos y llenos de energía".
Le entusiasma, por ejemplo, la escena del leproso, resuelta, avanza, con una fantasía increíble. "Logra una imagen muy impactante, pero toda la ópera está llena de ellas. El espectador saldrá conmocionado por su espiritualidad".
La "pena" que tiene es que cantará en una "arena" -un gran estadio-, y no en el Escorial, como Mortier le dijo la primera vez que se haría. "Me quedé muy impresionado, tanto como decepcionado cuando supe que no podía ser", revela.
En cualquier caso, cree que "sacar de cero" un espacio nuevo, "una atmósfera nueva", es también muy emocionante. "Va a ser una sorpresa para todos", augura.
Cuando termine en Madrid, el próximo 13 de julio, irá al Ruhrtriennale y "para desengrasar" cantará "Tristán e Isolda", justo la obra con la que vino por primera vez, hace tres años, al Real.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es