El escritor Javier Cercas ha reivindicado la utilidad de la literatura como forma de rebeldía ante el poder, pero también de conocimiento y de placer equivalente al sexo en su discurso de ingreso en la Real Academia Española, durante un acto esta tarde en la sede de la institución.
El discurso, titulado 'Malentendidos de la modernidad. Un manifiesto', se ha centrado en desmontar lo que el autor de 'Soldados de Salamina' considera "una telaraña pertinaz de malentendidos, por no decir supersticiones o prejuicios" extendidos en el mundo literario en los últimos tiempos.
Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) enumeró esos cuatro equívocos y se remontó a sus orígenes, en el Romanticismo o la Modernidad, según el caso, para después destejerlos: la idea del escritor encerrado en su torre de marfil; la glorificación del artista; la idea de que la buena literatura ha de ser minoritaria; y, por último, la de la inutilidad del arte.
"La auténtica literatura está compuesta por palabras en rebeldía, y de ahí que represente un peligro para el poder, para cualquier poder", incidió el escritor, que planteó la pregunta retórica de si hay algo más "útil" que esa rebeldía.
Elegido académico en junio pasado a propuesta de Pedro Álvarez de Miranda, Clara Sánchez y Mario Vargas Llosa, Cercas recordó que, desde Platón, numerosos "tiranos, inquisidores, comisarios políticos y toda clase de individuos de mentalidad totalitaria", disfrazados "de benefactores de la humanidad", han intentado señalar la amenaza de la literatura en general y de la novela en particular.
Sobre el dogma de la inutilidad del arte, apuntó que se remonta a Oscar Wilde, que en 1890 remató el prefacio de 'El retrato de Dorian Gray' con esa afirmación en la que Cercas ve "un alegato emancipador" y una forma de "rebelión" contra el "pragmatismo burgués" y contra el sometimiento del arte a ideologías.
Pero ese alegato original, lamentó, se ha fosilizado en dogma en el "mundillo literario" actual, "siempre tan sordo a las ironías de los maestros de la Modernidad y tan dócil a los clichés resultantes de su interpretación literal".
Para el autor de 'Anatomía en un instante' o 'El impostor', la literatura es antes que nada "un placer, como el sexo", y por eso la expresión “lectura obligatoria” es un oxímoron y la expresión “lectura hedónica”, un pleonasmo. Pero, además, es "una forma de conocimiento de uno mismo y de los demás, exactamente igual que el sexo".
"Por eso, cuando alguien me dice que no le gusta leer, lo primero que se me ocurre es darle el pésame", afirmó.
En defensa de la popularidad de la literatura
Javier Cercas, un escritor popular, comprometido y con lectores en todo el mundo, ganador de multitud de galardones, desde el Premio Nacional de Narrativa al Premio Planeta, arremetió contra la "pereza mental" que lleva a considerar que un libro es bueno solo porque se vende mucho o a considerar que es malo por la misma razón.
Y mencionó a escritores talentosos y con miles de lectores desde Shakespeare y Cervantes a, ya en el siglo XX, T. S. Eliot, Hemingway, Scott Fitzgerald, Nabokov, García Márquez o Vargas Llosa.
En cambio desechó la "glorificación" del escritor - "la auténtica inmortalidad es el anonimato", dijo- y alabó al buen lector porque, a su modo de ver, "una novela es una partitura y es el lector quien la interpreta" y "un libro sin lectores es letra muerta".
En cuanto a la idea del escritor encerrado en la torre de marfil, consideró que ningún escritor español de primera fila de los dos últimos siglos ha sido indiferente a la realidad, como tampoco lo fueron sus héroes literarios, entre los que mencionó a Kafka, Joyce, Borges o Proust.
A partir de este domingo, Cercas pasará a tomar posesión de la silla R, que dejó vacante Javier Marías, fallecido en 2022 y a quien dedicó la primera parte de su discurso.
Cercas ensalzó la profundidad, complejidad y ambigüedad de la obra del autor de 'Corazón tan blanco' y consideró a Marías un escritor "comprometido" o "peleón" que no evitó tomar partido acerca de los asuntos más espinosos.
Al hablar de sus lectores ideales, Cercas mencionó a Don Quijote y a Madame Bovary, dispuestos a emprender "la aventura más radical, arriesgada y revolucionaria: la aventura de vivir una vida acorde con nuestros sueños y nuestros deseos".
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