El hispanista inglés James Valender, especialista en el exilio republicano español y en la Generación del 27, ha advertido de que "el exilio no fue una sola actitud fija que se mantuvo durante cuarenta años, sino que fue algo mucho más complejo y humano, con sentimientos cruzados y contradictorios".
Así lo reflejan las relaciones de amistad -de distanciamiento, en ocasiones- que sostuvieron los miembros de la Generación del 27 que se exiliaron y los que decidieron permanecer en la España de Franco, algunos con explícito apoyo al régimen surgido de la Guerra Civil, según ha descrito Valender, quien ha intervenido esta semana en un acto sobre el exilio de la Universidad de Sevilla.
Casado con Paloma Altolaguirre, nieta del poeta Manuel Altolaguirre y de la también poeta y escritora Concha Méndez, Valender ha asegurado que, unos y otros, "con el paso del tiempo se fueron buscando", y que "existieron redes personales", como evidencia la correspondencia entre Juan Larrea, en el exilio, con Gerardo Diego, en España.
"Esa correspondencia es dolorosa; cómo dos grandes poetas que se querían tanto no pudieron comprenderse... Se habían peleado terriblemente" por sus distintas posiciones en la Guerra Civil, y "fue Larrea quien rompió el hielo en 1947" iniciando una correspondencia que Valender también estudia en "Escenas del exilio español en México (1937-1962)", libro que ha presentado esta semana en la Universidad de Sevilla y en la Residencia de Estudiantes en Madrid.
El talento de Cernuda
En ese mismo 1947, "con el clima político que había en España, Gerardo Diego ya proyecta todo su entusiasmo por Cernuda (en el exilio), fue uno de los primeros en reconocer el talento de Cernuda incluso antes de 'Perfil del aire', al margen de sus diferencias políticas".
"Escenas del exilio español en México" lleva una hermosa foto en la cubierta, la de unos sonrientes Emilio Prados, José Moreno Villa y Luis Cernuda casi abrazados entre sí y que refleja unas reuniones de exiliados que, según Valender, "sabían que la vida que les quedaba era poca" y, en efecto, Cernuda fallecería en 1963, Prados en 1961 y Altolaguirre en 1959.
"De alguna manera un poco sorprendente, entre todos ellos se reconcilian", ha señalado no sólo en alusión a las diferencias políticas entre los propios exiliados, sino también en su relación con Gerardo Diego.
"El exiliado vivía con dos caras, una que miraba a una España cada vez más irreal e idealizada, y otra que miraba al futuro, bien fuese en México, Cuba o Buenos Aires; de ahí que el filósofo José Gaos hablara del 'trastierro' en vez de 'destierro'", ha señalado antes de recordar que fue el cordobés Juan Rejano uno de los que mejor se integró a la vida en México.
"La obra de Rejano se valorará con el tiempo; queda mucho por descubrir y no sólo de él, porque buena parte de la obra de los exiliados se hizo en los periódicos", a los que hubieron de recurrir como medio de subsistencia.
El enigma de Altolaguirre
Editor del epistolario de Luis Cernuda y de las Obras Completas de Manuel Altolaguirre, del que está terminando su biografía, Valender ha asegurado que Cernuda "vivió muy feliz en los años cincuenta en México", y sobre ciertas confidencias íntimas que hizo por carta a un amigo inglés al que apenas trató, ha añadido con humor: "Cernuda tenía una fe ingenua en la bondad de la cultura inglesa".
De la culminación de su biografía de Altolaguirre ha asegurado estar "batallando con ese enigma" y tratando de averiguar "cómo era el hombre que está detrás de esa máscara angelical", en alusión, humorística también, al abuelo de su esposa y bisabuelo de sus tres hijos.
De Cernuda, uno de sus grandes objetos de estudio, ha señalado que "se le sigue leyendo, pero él mantiene la distancia, no conoce a las grandes multitudes. Recuerdo un homenaje que se le hizo en la UNAM (Universidad Autónoma de México), mientras que fuera había una protesta porque alguien se había tomado la molestia de leer que Cernuda dijo que la UNAM era como un burdel... Protesta que revelaba una falta de sentido del humor".
Sobre la correspondencia de Cernuda ha contado: "Hace años me acerqué a Octavio Paz y no me quiso dar sus cartas hasta que él no tuviera las suyas; le dije que Cernuda las había destruido y se enfadó mucho, lo cual es comprensible porque Octavio en sus cartas hacía literatura; las cartas de Octavio y las de Salinas son las más divertidas y brillantes...".
"Luego, en otra ocasión, le volví a pedir las cartas, pero Octavio me dijo: '¿Por qué no se dedica usted a otro poeta?'"
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es