Punta Umbría

Hace 70 años emprendía el vuelo 'La Codorniz', "pájaro" irónico e inteligente

Se edita ahora una antología de la revista con motivo del 70 aniversario de su nacimiento.

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  • Portada y contraportada. -
Mingote, Chumy Chúmez, Máximo, Gila, Perich, Ops o Forges son algunos de los grandes comentaristas gráficos españoles que se fraguaron en La Codorniz, "la revista más audaz para el lector más inteligente", de la que se edita ahora una antología con motivo del 70 aniversario de su nacimiento.

Con prólogo de Antonio Mingote y epílogo de Chumy Chúmez, esta antología incluye las portadas más representativas del semanario, incluida la que abre su cubierta y que firma Gila, con un famoso chiste: "No le des más puñaladas, hombre", dice un personaje a otro que está cosiendo a navajazos a un tercero, y el interpelado le responde: "Pues que deje de llamarme asesino".

La antología se acompaña también de un facsímil del primer número de la revista, con portada de Tono y viñetas de Herreros y del propio Miguel Mihura, fundador de La Codorniz y considerado el padre del humor contemporáneo, así como un artículo firmado por Wenceslao Fernández Flórez, en el que afirma que "la gracia solo nace en las almas sanas y no puede ir separada de la bondad".

Dirigida por Mihura, el 8 de junio de 1941 veía la luz esta publicación mítica que creó escuela con su humor surrealista, absurdo, irónico y desconcertante, y que fue vivero de periodistas ingeniosos y de dibujantes sublimes que figuran hoy en la cúspide.

Pero fue Álvaro de Laiglesia, "que había participado, avispadísimo adolescente, en su fundación", quien tomó las riendas de la revista en marzo de 1944 y "supo mantenerla con talento y esfuerzo durante más de treinta años", afirma Mingote en el prólogo.

Hubo un tiempo en España en que "decir 'yo pertenezco al equipo de La Codorniz' era a lo máximo a lo que se podía aspirar", asegura a Efe Melquíades Prieto, autor junto con Julián Moreiro de "La Codorniz. 70 aniversario: 1941-2011", editada por Edaf.

Ser de La Codorniz, según Prieto, era "considerado socialmente el equivalente hoy de un autor de éxito".

Revisar, como han hecho Prieto y Moreiro, los más de 1.800 números de este semanario, cuya publicación se prolongó hasta el 11 de diciembre de 1978, es "una manera distinta de ver la historia de España", pues este rotativo, hito del periodismo de humor español, "la supo reflejar como nadie".

Así, "se ve la evolución de la España pobre y mísera de los años 40, cómo se aligera la vida un poco en los años 50, entran nuevos dibujantes y empieza, y es una cosa que te hace gracia cuando lo ves, la denostada figura del pobre guardia urbano, que es lo máximo que se toleraba" de la crítica a la autoridad, señala Prieto.

"En los años 60, los españoles empiezan a soñar con Europa, unos porque se tienen que ir y otros porque ven venir a extranjeras, y eso en La Codorniz se percibe fenomenalmente", continúa.

La década de los 60 es, para Prieto, "la más apasionante" de la revista, coincide con "la aparente libertad de prensa" del régimen, en la que "no había censura previa, pero después te cerraban", y, además, es cuando la publicación tiene más éxito, llegando a tener tiradas de hasta 250.000 ejemplares.

Y es en esa época cuando surgen leyendas urbanas sobre chistes que se le atribuían a La Codorniz y que no eran ciertos.

Como ejemplo, Prieto cita un número que "muchos afirman haber visto" y que "nunca existió", y que tenía, según la leyenda, todas sus páginas en negro salvo la portada, en la que se veía un tren entrando en un túnel, y la contraportada, por la que salía.

En los 70, La Codorniz empezó su lento, pero inexorable, declive, al "sufrir la competencia" de numerosas revistas del mismo estilo, como Hermano Lobo y Triunfo, y debido también al "frenesí" experimentado por la prensa en aquella época con más libertad de expresión, "con publicaciones por doquier, todas colocándose ideológicamente e incorporando uno, dos y hasta tres dibujantes de cabecera".

"Es una paradoja", subraya Prieto, pero en su opinión La Codorniz, que con mucha inteligencia burló la censura, "acabó muriendo en manos de la propia libertad de expresión".

El nacimiento de La Codorniz, subraya Mingote en el prólogo, fue "un acontecimiento celebrado en su momento por unos pocos, insuficientemente alabado después por historiadores y sociólogos y todavía a falta de la clamorosa ovación".

Una ovación que se le debe, añade el académico, por "haber sido una de las causas de la conversión de millones de fanáticos, intransigentes y violentos españoles en los civilizados europeos que, más o menos, somos hoy".

Con o sin reconocimientos, lo cierto es que, añade Chumy Chúmez en su epílogo, "tardará en extinguirse la influencia codornicesca".

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