Aseguran que el humo ambiental del tabaco es especialmente nocivo para los niños más pequeños porque respiran con más frecuencia que los adultos, e introducen más aire en los pulmones, si se compara con una persona mayor.
Los menores son más sensibles a los efectos del humo al encontrarse en fase de desarrollo y, según estos facultativos, exponerlos al humo ambiental implica poner en riesgo su respuesta inmunitaria y el correcto funcionamiento de los pulmones, además de aumentar la probabilidad de que tengan la tensión alta en el futuro.
CAMFiC ha destacado que desde hace años hay evidencia científica de que exponer los menores de edad al humo del tabaco les coloca en una situación de riesgo de sufrir patologías de todo tipo o de agravar las que ya pueden sufrir.
También aseguran que no es suficiente ventilar la casa o fumar en ventanas o balcones porque los contaminantes del tabaco permanecen durante mucho tiempo.
Desde la Sociedad Española de Neumología Pediátrica se ha remarcado también que el tabaquismo de segunda mano, el pasivo, convierte a la infancia en un sujeto activo de inhalación por exposición pasiva a los productos del tabaco, al exponerse al humo de manera indirecta mediante las prendas de la ropa, tapicerías o cortinas que le rodean.
Aseguran ambas sociedades médicas que el humo del tabaco no es sólo una molestia que provoca picor en los ojos, mal olor, o tos, sino que contiene potentes irritantes y sustancias que pueden incidir en síntomas crónicos como tos o mucosidad, y que pueden agravar situaciones como el asma infantil, problemas funcionales respiratorios, sibilancias, y otros de carácter respiratorio.
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