El reparto a domicilio de pañales en Akashi (oeste de Japón) es una de las iniciativas con las que esta ciudad quiere crear "una comunidad basada en los niños" en respuesta a la caída de la natalidad, uno de los grandes desafíos nacionales que serán clave en las elecciones generales de este domingo.
Su población supera los 306.000 habitantes, entre ellos unos 80.000 personas mayores (26 %) y menos de 43.000 niños (14 %). Vive principalmente de la pesca y la agricultura y funciona como ciudad dormitorio de las vecinas Kobe y Osaka.
Precisamente desde Kobe y atraído por el propósito del municipio de lograr una "comunidad basada en los niños", se mudó a Akashi Hiroto Katsuka, que trabaja como limpiador en Osaka y es padre de Rihito, de un año y medio.
Como Hiroto, más jóvenes escogen Akashi para ser padres y la tasa de natalidad de la localidad (nacimientos por mujer en edad fértil) creció en 0,15 unidades desde 2011, situándose en 1,65, 0,45 puntos por encima de la tasa nacional, que en junio alcanzó su mínimo histórico con 1,2.
Mitigar las consecuencias de los escasos nacimientos y del alto número de población envejecida es un reto que va más allá de Akashi y concierne a Japón como nación.
De hecho, la caída demográfica es uno de los temas clave para las elecciones generales que el país celebrará este domingo y ha centrado debates durante la campaña.
¿Por qué las familias escogen Akashi?
El factor económico y la conciliación laboral son los principales motivos que frenan a los jóvenes para tener hijos, pero las familias ven aliviadas esas cargas al vivir en Akashi.
La ciudad nipona cubre todos los gastos médicos a menores de edad y ofrece comedor escolar sin coste para estudiantes de primaria, entrada libre a instalaciones públicas para niños, guardería gratis para el segundo hijo y pañales y otros productos básicos a bebés de hasta un año.
"El presupuesto de Akashi es de 130.000 millones de yenes (unos 790 millones de euros). El total destinado a la natalidad es de 4.800 millones, 3.000 para estas políticas (las mencionadas) y 1.000 para otras", explicó a EFE la alcaldesa del municipio, Satoko Marutani.
Además de descargar económicamente a las familias para que tengan hijos, Akashi también lucha por evitar que las mujeres se aíslen socialmente tras dar a luz (en el país asiático, muchas dejan de trabajar al convertirse en madres) y cuenta con un edificio público que congrega distintos servicios de cuidado para niños, algunos con precios bajos y otros sin coste para residentes.
Repartidores de pañales
Akashi ofrece 3.000 yenes mensuales (18 euros) en pañales y otros productos básicos a las familias con bebés de entre tres y doce meses.
Siguiendo el objetivo de proporcionar tanto recursos como acompañamiento, nueve repartidores se encargan de entregar los artículos y proporcionar apoyo emocional ante cuestiones que les preocupan a las familias que acaban de tener un hijo.
Una de las repartidoras de pañales es Horikawa, que visita unos 20 hogares al día cuatro veces por semana. Dedicada ahora a acompañar a mujeres durante la maternidad, admite que ser madre "es duro" por "la soledad y el aislamiento".
"Puede parecer solo un poco de dinero, pero de verdad ayuda", aseguró respecto a la iniciativa Sato, identificada únicamente con su apellido, como más entrevistados en esta historia.
Sato es madre de un bebé de once meses, beneficiario junto a alrededor de otros 2.300 de esta iniciativa que Akashi puso en marcha en 2020 y en la que invierte 6,9 millones de yenes (42.090 euros) al mes.
Un barrio de personas mayores
Pese a que el número de niños y adultos jóvenes ha aumentado en la ciudad en los últimos años, las personas mayores representan un 26 % de la población y el porcentaje se dobla en Meimai Danchi, un complejo residencial de 10.000 viviendas construido en 1964.
El 44 % de los residentes allí supera los 65 años y la ONG Himawari-kai trabaja por fomentar la interacción entre la comunidad de mayores y evitar que los más ancianos se sientan solos.
Formada por residentes de Meimai Danchi, Himawari-kai entrega almuerzos y cenas a domicilio a un centenar a ancianos que viven solos o tienen problemas de movilidad y controla su estado de salud en cada visita, además de conversar con ellos.
"Es duro cocinar cada día. Gracias al servicio puedo ser vaga", bromeó la señora Tanaka, de 90 años, al recibir la fiambrera con pescado, arroz y sopa de miso que miembros de la ONG cocinaron esa misma mañana y que reparten unas cuatro veces por semana.
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