España

¿Año nuevo, burbuja nueva?

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Comenzamos un nuevo año, una convención como otra cualquiera de medir lo intangible: el tiempo. Los pronósticos acerca de lo que nos depara el 2009 se suceden en estos días y así, vemos un día sí y otro también a economistas y a pretendidos entendidos en economía haciendo pronósticos como si fueran hombres del tiempo, con la diferencia de que, como todo el mundo sabe, los economistas pueden llegar a hacer buenos análisis económicos de lo ocurrido pero son nefastos avanzando el futuro.

Los nubarrones, dicen la mayoría, no nos dejarán ver el sol por lo menos hasta final de 2009, momento en el que se prevé llegue algún anticiclón. Lo cierto es que por mucho que algunos se aventuren en predicciones, nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrirá, igual que nadie predijo la rápida desaceleración de un sistema que según esos mismos entendidos daba signos de gran fortaleza y estaba muy bien saneado. Me echo a temblar sólo de pensar qué hubiera pasado si el sistema hubiera estado enfermo. Algunos, definitivamente, deberían hacérselo mirar o de lo contrario ser apartados de la circulación.

Estábamos encima de una burbuja y sabíamos que ésta pincharía. Aunque muchos seguían negándolo. ¿Se acuerdan cuando Emilio Botín, presidente del Banco Santander, decía en noviembre de 2003 que “la burbuja no existe y el informe del Banco de España sobre el incremento de precios de la vivienda se ha malinterpretado”. O cuando Francisco Álvarez-Cascos, ex ministro de Fomento, en la misma fecha, afirmaba que “no se puede negar que la construcción goza hoy de una salud de hierro”. O cuando Rodrigo Rato nos hizo a todos caer en la cuenta que #los precios suben porque todos los pisos que se construyen se venden” (un tercio de las más de 1,8 millones de viviendas nuevas construidas desde 2005 siguen sin comprador). O cuando Carmen Chacón, entonces ministra de Vivienda, nos decía en octubre de 2007 que “nuestro sector inmobiliario es de los mejores del mundo y que vivimos un aterrizaje o ajuste suave”.

La historia que se ha ido sucediendo después ya es de todos conocida. La burbuja resultó ser un curioso eufemismo para denominar a la expoliación, la avaricia, el desfalco y el fraude de unos pocos en perjuicio de la mayoría.

Las recetas neoliberales que prometían una senda de crecimiento y prosperidad hasta el infinito se han demostrado una vez más falsas. El desarme de valores cívicos en favor de la cultura del pelotazo, ha hecho estragos. Son unos pocos los que se han lucrado a costa de los demás, pero lo peor es que son muchos los que han tomado ese modelo como el modelo a seguir. Las soluciones no pueden centrarse sólo en medidas terapéuticas para tapar la herida. Puede que se solucione el bloqueo del crédito –siempre y cuando los bancos lo tengan a bien y se aseguren un margen de beneficios–, pero seguiremos montados en la misma montaña rusa si sustituimos una burbuja por otra. Desde luego que hay que reactivar el consumo, pero si el objetivo es alcanzar cotas insostenibles como hasta ahora, mal vamos. Desde luego que hay que crear empleo, pero si es a costa de terminar agotando los recursos medioambientales, peor vamos. He aquí un magnífica oportunidad para construir otro modelo. Ya no parece ser cuestión de querer o no. Más bien es ya un tema de pura supervivencia. Feliz año.

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