Notas de un lector

Poesía e (in)certidumbre

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Bajo el título de “Poesía ante la incertidumbre” (Visor. Madrid, 2011) acaba de ver la luz una interesante antología que recoge el decir de ocho autores de dentro y fuera de España.


En su prefacio -que tiene aires de manifiesto- dan cuenta del daño que a lo largo de la historia han hecho a la poesía, “los discursos fragmentarios, el irracionalismo como dogma y el abuso del artificio”. Afirman, a su vez, que buena parte de las estéticas más recientes, no han hecho sino ir en contra de cuanto defendieron y proclamaron las generaciones anteriores; desde un pedestal revestido de oropeles, se ha pretendido abrazar el discurso frívolo, barroco y carente de calidad literaria. Y por ello, exclaman: “Queremos mostrar nuestra desolación ante esta dinámica que nos parece destructiva para la poesía, porque conduce, de manera inevitable, a su deshumanización”.

Convencidos de que la poesía nace de un sentimiento humano universal que no es sino el anhelo de trascender, el empeño común de estos ocho escritores, queda muy bien ilustrado al par de sus versos. De cada uno de los antologados, se recogen nueve poemas, que avivan el propósito primigenio de mostrar y -demostrar- al lector como en estos momentos de la Historia marcados por la incertidumbre, “la poesía puede arrojar algo de luz para alcanzar algunas certidumbres necesarias”.

Y sin duda, que pueden hallarse escenarios, protagonistas, instantáneas…, que despierten a la esperanza y a los sueños posibles del ser humano. Porque en el cántico de todos ellos, subsiste las llama que aviva la autenticidad de la palabra, se despierta la conciencia para batallar por un mejor presente y se pretende iluminar la cómplice sensibilidad de todos aquellos que aman como pájaros de abiertas alas.

El salvadoreño Jorge Galán (1973), abre la compilación y tras él, la jerezana Raquel Lanseros (1975) derrama la lírica nostalgia de su verso siempre tan bien armado y solidario: “Por celebrar el cuerpo, tan hecho de presente/ por estirar sus márgenes y unirlos/ al círculo infinito de la savia/ nos buscamos a tientas los contornos/ para fundir la piel deshabitada/ con el rumor sagrado de la vida”.

El verbo preciso y salpicado de pasado de la bonaerense Ana Wajszczuk (1975), precede a Daniel Rodríguez Moya (Granada, 1976), quien confiesa en su bello poema “Reglas del juego”: “Me quedo con los días que no niegan/ su frágil levedad de calendario,/ la luz tenue y antigua de una vela/ que sabe que camina hacia lo oscuro/ y con todo lo acepta”.

Tras el nicaragüense Francisco Ruiz Urdiel (1977-2010), el también granadino Fernando Valverde (1980), recuerda en su límpida “Madrugada”: “Y recorrer al niño/ que quiso parecerse/ al hombre que no ha sido./ Y cada noche verle/ llorar en los rincones./ Y cada noche oírle/ decir lo que sabía”.

Los sobrios y latidores textos de la colombiana Andrea Cote (1981) y el mejicano Alí Calderón, ponen el punto y final a la muestra.

Antología, en suma, que como afirma Juan Manuel Roca en su epílogo, mantiene “una actitud que tiende puentes entre la intimidad y la intemperie, entre el adentro y el afuera de una mirada que tiene como centro al hombre, sus anhelos y sus miserias”. Y que apuesta por una poesía que nos emocione y que nos consuele.

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