El ardid habitual de las “lágrimas de cocodrilo” y el no pedir nunca perdón de un modo sincero son otras de las peculiaridades de esta actitud, que algunos psicólogos califican también como el ”síndrome del Emperador” y que ha motivado a que Banderas escribiera el ensayo Pequeños tiranos (Libros Cúpula).
“Estos pequeños eran los niños difíciles de antes, pero la acción educativa de sus padres y la gran contención social de esas épocas hacían que regresaran al “buen camino”, pero como ahora la educación es más laxa y los padres más permisivos, parece que han aumentado”, subraya la educadora. Banderas alerta de que esta actitud hay que atajarla a tiempo con la ayuda de especialistas ya que si no se reconduce de forma adecuada puede generar lo que en psicología se denomina “Trastorno de la frialdad” o “Psicopatía juvenil”.
“No es que sean unos pequeños Hannibal Lecter, pero sí que carecen de sentimientos; ante el dolor o la compasión, su cerebro se estimula de igual modo que si vieran una mesa o una silla”, detalla esta psicóloga clínica, tras haberse realizado comprobaciones científicas con escáner para desarrollar este ensayo.
Un niño excesivamente impulsivo, o con rabietas exageradas o causante de la muerte de un animal sin remordimiento alguno, entre otros ejemplos, tiene todas las papeletas para transformarse en un “pequeño tirano” en la actual sociedad si no es tratado a tiempo.
Banderas se queja de que hoy en día “el niño ha adquirido el estatus social de “rey de la casa” y, como los padres trabajan todo el día, les conceden todos los caprichos, no quieren tener conflictos cuando llegan por la noche y algunos abandonan su responsabilidad educativa”.
NO RECOMPENSAR CON DINERO
Para contrarrestar, propone a los padres fijar unos límites y actuar con autoridad: “que es la suma de firmeza más cariño, sin autoritarismos, pero con contundencia”. “Los padres tiene que aprender a decir que no, poner límites, establecer normas y educar en la empatía o en la capacidad de comprender los sentimientos ajenos como antídoto de la tiranía”, enumera Banderas.
También han de establecer intercambios proporcionales entre el esfuerzo que realizan y la recompensa que reciben, -¡nunca dinero!-, ir delegando responsabilidades desde muy pequeños, proponerles objetivos y metas en la vida y enseñarles a sobreponerse ante las dificultades, opina la experta, quien llama la atención especialmente sobre la prohibición a los progenitores de compensar las actuaciones de sus hijos con remuneraciones económicas.
“El cerebro no tiene un gen de la responsabilidad, sino que este sentido se aprende y así podrá incorporarlo a sus patrones de conducta”, reflexiona Banderas.
Los últimos estudios trabajan cada vez más en la inteligencia emocional y la resiliencia -o la capacidad de las personas de enfrentarse y superar la adversidad-, en este perfil de niños, como antídoto contra la tiranía.
“Es cierto que ahora hay un aumento de la agresividad en los menores, porque son menos tolerantes ante la frustración y más impulsivos, pero también es verdad que ahora pueden exhibir sus malos modos con mayor facilidad frente a los adultos que en otras épocas”, reflexiona Alicia Banderas.
Asimismo, la experta también ha opinado sobre los malos tratos de estos niños a sus madres, la parte emocionalmente más débil de la baraja familiar. En este sentido, la educadora considera que “antes, a los catorce años, un joven trabajaba de sol a sol y así gastaba sus energías, o le obligaban a estudiar”.
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