La comedia teatral ‘Abre fácil’ tiene mucho sabor a Málaga. El autor, el prolífico Álvaro Carrero, es de Málaga. Y los intérpretes son malagueños: Salva Reina (pletórico de vis cómica como siempre), Natalia Roig, Rocío Rubio, y el propio Álvaro Carrero, que encarna varios personajes secundarios con sus dotes de inmenso histrión para dibujar a personas raras. Y la pieza es una ampliación de un cortometraje de Álvaro Carrero, que ganó el primer premio en la edición de 2016 del Festival de Cine malagueño. Es decir, la obra es tan de Málaga como aquel remoto e inolvidable CD Málaga de Sebastián Humberto Viberti. Al estreno, en los teatros Luchana de Madrid, asistieron actores como Pablo Pujol o Miguel Ángel Martín, o el cineasta Fernando Colomo. Álvaro Carrero tiene actualmente otras tres obras suyas en la cartelera madrileña. Dramaturgo pletórico, sí. No está pasando “una mala tarde”, como les sucede a los personajes de ‘Abre fácil’.
Álvaro Carrero es un consumado experto en la comedia de situación, hay algunos ecos de Mihura, de Jardiel, y de algún otro en su teatro, pero Carrero es más otro que ninguno. La fortaleza de ‘Abre fácil’ se sustenta, como en varias de sus obras, en unos diálogos trepidantes, a todo ritmo, disparatados, absurdos, ocurrentes, con un humor extraído de la calle y del ‘ahora’, con reconocibles giros del habla andaluza. La peripecia avanza hasta convertirse en divertidamente agobiante. Un matrimonio (15 años casados) va a tener su primer hijo y compra un bajo en un edificio céntrico de una gran ciudad. “-¿Un bajo? Esto era antes un trastero, se han hecho aquí cosas ilegales”, explica un personaje. Porque en el fondo existe una crítica (amable) a la llamada ‘turistificación’, que lo está devorando todo en algunas urbes del país. Es tan reducido el habitáculo que el cajón con un frigorífico nuevo se queda encajado en la puerta, precisamente en el momento en el que rompe aguas la mujer, que se ve aislada en el pisito con su hermana y con su parto. Ahí comienza la odisea de los protagonistas mientras el dramaturgo realiza felices regates con el devenir de la historia. Aparecerá una fotografía de ellos en Los Caños de la Meca. El autor, ya está dicho, tiene una extraordinaria habilidad para mover de un lado a otro el humor. Hay un personaje en medio del risueño caos que necesita urgentemente “una cervecita”. Al final, los invitados al estreno tomaron una cerveza por cortesía de la casa. Bien fresca, como la obra.
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