“Soy muy afortunada de que mi carrera llegara a su punto álgido cuando lo hizo, antes de que apareciera esta tormenta tecnológica”, relata la artista de ascendencia irlandesa, que se muestra ilusionada con su nuevo disco, pero desencantada por el daño que internet está haciendo a la música.
Habla como creadora, como música, pero también como empresaria propietaria del sello discográfico Quinlan Road, “una pequeña multinacional”, explica en declaraciones a EFE, que, “como toda la industria creativa susceptible de digitalizarse, se ve afectada por la piratería”.
McKennit, que en los últimos veinte años ha vendido más de 14 millones de discos, concibe la industria musical “como un gran ecosistema” en el que músicos, distribuidores, diseñadores gráficos y todos cuantos cohabitan en él corren el peligro de perder sus trabajos mientras, dice, “no exista una preocupación global respecto a los temas relacionados con la propiedad intelectual”.
Desde hace años, sus fans le reclamaban el regreso a sus orígenes, un capricho que McKennit les ha concedido con las nueve canciones de este disco grabado en dos únicas pistas de audio, “porque -explica- la música tradicional suena mejor cuando las canciones se graban con todos los instrumentos sonando a la vez”.
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