"Estábamos viviendo un gran momento, pero esa curva ascendente en producción, ventas y calidad ha chocado con la inevitable onda de decrecimiento causada por la crisis. El resultado es incierto, pero de momento parece que vamos a vivir unos años duros", explica Fernando Tarancón, editor de Astiberri.
La situación económica no ha hecho distinciones, afectando por igual a sellos grandes e independientes. "La crisis ya se prolonga demasiado. Nosotros tenemos títulos que llegan a un sector más amplio, y compensan el descenso en las ventas de otras obras", afirma Lorenzo Pascual, responsable editorial de Diábolo.
Más optimista es la visión de Paco Roca, autor de obras como "Arrugas" o "El invierno del dibujante". "Se están haciendo cosas interesantes que llaman la atención de un público general: tenemos un Premio Nacional, mayor atención de los medios, es más fácil comprar cómics en grandes superficies...", enumera.
El índice de lectores creció en 2010 hasta el 14,5 por ciento, una cifra muy valorada por Alex Fernández, editor de Norma: "Cada día aparecen más títulos y editoriales, ya sean grandes o pequeñas. Las cifras de venta no reflejan la realidad, porque en la calle el cómic ya es una obra literaria más".
Concepto polémico, la novela gráfica ha tenido mucho que ver en este despegue del tebeo. "Ha permitido que el cómic entre en las librerías generalistas, todo por cambiarle el nombre y darle un formato parecido al libro. Es una triquiñuela, pero bienvenida sea", defiende Juan Díaz, creador de la saga "Blacksad".
El manga, a su vez, ha supuesto una pequeña revolución en el sector. "Es un formato que conecta muy bien con la gente más joven, una puerta muy buena hacia el mundo de los tebeos. Además, tengo la impresión de que cada año hay más gente en los salones de cómic", celebra el dibujante Darío Adanti.
Al igual que otros productos culturales, el cómic no se ha librado de la piratería. "El otro día me dijeron que el último número de 'Naruto' se lo habían descargado 1.400.000 personas, ¡antes de que se publicara! Es una sangría muy difícil de cortar", lamenta José María Berenguer, editor de La Cúpula.
Una solución podría ser el cómic digital, aunque su aplicación despierta dudas razonables. "La industria reaccionó muy rápido, pero estableciendo una equivalencia absurda entre lo físico y lo digital. Creo que la opción con más futuro es una relación directa entre creador y lector, sin intermediarios", detalla José Manuel Robledo, guionista de "Ken Games".
La publicación de tebeos en formato digital no sólo se antoja necesaria, sino que también es inevitable. "Las generaciones más jóvenes verán el papel como algo anacrónico o de puro coleccionismo. Es ahora cuando debemos apostar por estar ahí, a no ser que deseemos figurar como editores de delicatessen", ironiza Ricardo Esteban, fundador de Dibbuks.
"La forma de revitalizar el cómic no pasa por la forma, sino por la calidad de la obra, la capacidad de los autores de interesar al público y la de los editores de hacer llegar esos cómics a su público natural", opina Tarancón.
Y le secunda Esteban: "Nunca como hasta ahora ha habido tantísimos títulos y tan variados. Antes había que esperar meses o años para poder encontrar la versión española de las grandes obras europeas, americanas o japonesas. Ahora la inmediatez es tremenda".
El problema de fondo sigue siendo el mismo: la inexistencia de una industria real. "A no ser que vendas muchas ediciones, los derechos de autor de los libros no te dan para vivir, y por eso muchos dibujantes son también ilustradores de prensa o de libros infantiles", expone Adanti.
Francia, cómo no, es el modelo a imitar. "Para eso hace falta invertir en promoción, infraestructuras, mejoras de sistemas de distribución y puntos de venta", y de producción de la obra, estima Casanova.
"Si lo que queremos es crecer, necesitamos dinero y captar clientes para ampliar el mercado. Y trabajar mucho. Pienso sinceramente que estamos en un momento de protagonismo cultural, y tenemos que aprovecharlo", dice el creador de "Autobiografía no autorizada".
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