La decisión del primer ministro británico, Rishi Sunak, de adelantar las elecciones generales, previstas para octubre, al 4 de julio demuestra lo poco que el inquilino de Downing Street, el de ahora y sus antecesores, piensa en los gibraltareños.
Parecía que España, Reino Unido, la Comisión Europea y Gibraltar acariciaban un acuerdo -eso nos trasladó el cándido ministro Albares- pero el diálogo puede morir en la orilla. La convocatoria electoral británica, sumada a los comicios europeos del 9 de junio, ha abierto un escenario de incertidumbre, tal y como ayer reconocían el presidente andaluz, Juanma Moreno, y el alcalde linense, Juan Franco.
¿Y ahora qué? No parece probable un escenario en el que un gobierno en funciones en Londres rubrique el pacto acerca de un nuevo estatuto para el territorio gibraltareño postBrexit, máxime cuando se desconoce si el propio líder conservador continuará como primer ministro tras las urnas. Idéntico planteamiento es aplicable a la Comisión Europea en plena campaña electoral.
El responsable único de esta situación es el Reino Unido, convocante del referéndum del Brexit, que por cierto fue rechazado casi por unanimidad (95,91%) por parte del pueblo de Gibraltar; y ahora, de nuevo, por anunciar sorpresivamente unos comicios cuando, al parecer, se estaba a punto de llegar a un acuerdo que favoreciera a gibraltareños y campogibraltareños creando una “zona de prosperidad compartida”.
Quienes soñábamos con ver desaparecer la Verja tendremos que esperar sine die. También los que esperábamos un aeropuerto de uso conjunto en el que se retomen los vuelos entre el aeropuerto del Peñón y los de Madrid y Barcelona. Acuerdos bilaterales entre Gibraltar y España pertenecen a otro escenario improbable y, en este momento, no deseable si atendemos a la reivindicación española sobre la soberanía del territorio. Ya saben aquello de espera lo mejor, pero prepárate para lo peor. Los actores participantes en el diálogo deberían disponerse a la hipótesis probable de que no haya acuerdo. También quienes sufrirían las consecuencias del desinterés de los dirigentes británicos por mejorar la vida de los gibraltareños y sus vecinos de la comarca más meridional de Andalucía. Esta vez parece que no va a haber tostá mantecá por las dos caras y sí otra atmósfera de indefinición de imprevisibles consecuencias.
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