La explotación sexual de la infancia y la adolescencia tutelada es un grave problema que está presente en toda las comunidades autónomas y en el resto de Europa. La investigadora Noemí Pereda denuncia que no se está haciendo todo lo posible para proteger a las víctimas, muy vulnerables, y prevenir esta violencia sexual.
¿Negligencia institucional? Pereda no tiene dudas: sí. La profesora titular de Victimología en la Universidad de Barcelona y autora de la 'Guía común de actuación para la detección, notificación y derivación de casos de explotación sexual contra la infancia en centros residenciales' del Ministerio de Igualdad indica que esa negligencia trasciende los colores políticos.
"¿Están haciendo todo lo posible para que no ocurra? No. Y no quieren hacerlo porque en el momento en que descubres que es un problema importante en las comunidades autónomas, tienes que tomar medidas", explica en una entrevista con EFE.
Un problema social... y mediático
Pereda, una de las principales investigadoras en esta materia, ha liderado el primer estudio nacional sobre victimización sexual en la adolescencia que revela que el 2,6 % de las chicas y chicos adolescentes en España es víctima de explotación sexual.
El último caso conocido ha sido en Asturias, pero antes fueron Baleares, Comunidad Valenciana, País Vasco o Madrid.
"Hay una gran reticencia tanto por parte de la sociedad como de los gobernantes a reconocer ese problema social", muy asociado a la vulnerabilidad de la infancia tutelada y al sistema que debe protegerla.
La experta precisa que sucede en toda España y que no depende del partido que gobierne, sino de la "vulnerabilidad extrema" de los menores (chicos y chicas) tutelados, con un sistema de protección sin apenas recursos y con centros residenciales que no sirven de hogar.
"Me preocupa cómo algunos medios le dan un toque político cuando no tiene nada de político: ha ocurrido en comunidades autónomas con gobernantes de partidos de izquierda y de derecha", aclara. "Tenemos que remodelar nuestro sistema de protección, proteger no sólo es separar al niño de su familia, sino poder ofrecerle un entorno que lo cuide y donde pueda crecer de manera adecuada".
Vínculo traumático
Las redes de explotación "conocen muy bien las debilidades del sistema", que estos menores necesitan una familia y "lo que hacen es decirles 'estamos aquí, vamos a ser tu familia'". No es casual, señala Pereda, que al explotador se le llame 'papi' y que a otras chicas explotadas, 'hermanas'.
Así, la explotación no depende tanto de dinero, drogas o regalos como de recompensas emocionales. Los menores pueden entender las relaciones de explotación sexual como una forma de ayuda o reconocimiento de alguien que satisface sus necesidades emocionales aprovechándose de ellos. La falta de madurez facilita la manipulación.
"Les ofrecen atención individualizada y afecto de una forma totalmente perversa. Se establece un vínculo coercitivo, un vínculo traumático, entre la víctima y el explotador. Pero es un vínculo porque estos chicos y chicas no tienen vínculos con ningún otro adulto y son muy vulnerables a la parte emocional. Establecen por primera vez un vínculo con alguien que les presta atención y les dice que los va a cuidar", afirma.
"Es mucho más difícil de intervenir porque cada vez que separamos a este chico o a esta chica de la red de explotación, vuelven a fugarse porque esa red le está dando lo que nosotros no: necesidades básicas, cuidado aunque sea de una forma utilitaria", precisa.
El 'reclutamiento' llegan a hacerlo iguales de las víctimas mediante una relación de amistad, también 'loverboys' cuyo objetivo es que otros jóvenes se enamoren de ellos para luego involucrarlos en situaciones de explotación.
La tecnología facilita la captación: las redes sociales y las aplicaciones de citas hacen creer a las víctimas que las relaciones que mantienen son consentidas y voluntarias.
"La forma de relacionarse de los chicos y chicas es a través de internet. Tienen la autoestima muy baja, a cambio de un 'like' son capaces de enviarte una foto sexualizada", refiere.
Las redes de explotación, apunta Pereda, no sólo crean víctimas, también captadores y perpetradores. Las víctimas son tanto chicas como chicos, aunque éste último sea un colectivo aún más oculto a pesar de que sufren agresiones muy violentas.
"Hemos sido negligentes"
Pereda resalta asimismo la responsabilidad de la sociedad en la explotación sexual contra la infancia, en concreto en tres cuestiones: la educación afectivosexual "no existe", por lo que la adolescencia la busca en las redes sociales y una pornografía violenta y misógina y al mismo tiempo se ha producido un blanqueamiento de la prostitución y la explotación sexual. "Como sociedad hemos sido negligentes", asevera.
Para empezar a atajar este problema, avanza la experta, es necesario hacer un estudio diagnóstico. Va a ser necesaria la voluntad política, añade, pues luchar contra la explotación sexual de la infancia tutelada va a conllevar cambios que puede que "incomoden".
Insiste en que un menor no puede crecer en un centro y que estos deberían limitarse a los casos más complejos (como adicciones o casos de problemas de conducta graves): "Deben crecer en un entorno de familia mucho más reducido que un centro y con una figura estable que haga de tutor, que le dé afecto y le preste una atención individualizada, algo imposible en los centros actuales".
"Sabemos que pasa en las comunidades autónomas. O aceptamos que no nos importa que ocurra o ponemos en marcha proyectos para intentar que sean los mínimos casos posibles. Las cifras que estamos viendo no pueden ser. Y se pueden reducir porque ahora no estamos haciendo nada", concluye.
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