A Goya, como cuando pintaba las pinturas negras en Burdeos, le han puesto unas velas en el ala de su sombrero. Los oros del coliseo madrileño rivalizan con las platas del esecenario que festeja las bodas de este metal de estos premios. Y la plaza de Oriente está presidida por una alfombra roja por la que pasarán las mayores estrellas del cine español, incluido el oscarizado Javier Bardem.
En lo cinematográfico, el pastel se lo pueden repartir, como dirían en Roma, "pan y circo". Es decir, entre la cinta de Álex de la Iglesia, "Balada triste de trompeta", y "Pa negre", de Agustí Villaronga, que optan a quince y catorce premios cada una.
Sin embargo, la Academia ya mostró su predilección por "También la lluvia" -trece candidaturas- al seleccionarla para el Óscar, dirigida por la vicepresidenta de esta institución, Icíar Bollaín. Y, para completar el cuarteto, podría soplar las velas la favorita de la industria: "Buried (Enterrado)", de Rodrigo Cortés.
Pero otra batalla, este vez política, se libra también en los Goya: Álex de la Iglesia basó su dimisión por desacuerdo con la ley antidescargas redactada por Ángeles González-Sinde, ministra de cultura y predecesora del realizador vasco al frente de la Academia, que por protocolo se sentará a su lado: en la fila 9 en las butacas 2 y 4.
Los organizadores aseguran que el guión del siempre cáustico Andreu Buenafuente -que repite tras los excelentes resultados de audiencia del año pasado- no ha sufrido cambios, pero los internautas que se oponen a la ley Sinde han convocado una manifestación en la plaza de Oriente que aspira a aguar la fiesta.
Polémicas al margen, este año la densidad de estrellas por metro cuadrado será mayor, ya que el coliseo madrileño dispone de 1750 butacas -algunas de ellas sin visibilidad- que han llevado a filtrar la presencia de académicos -1.200 en total- a través de un sorteo. En la platea, los candidatos estarán, prácticamente, codo con codo.
Otros que sí fueron invitados, en cambio, no estarán finalmente: ni Pedro Almodóvar -que dio la gran sorpresa el año pasado-, ni Iker Casillas -que era el "fichaje estrella" para De la Iglesia- ni Mario Vargas Llosa, al que ofrecieron presentar el Goya al mejor guión.
Tampoco habrá representación de la Casa Real, aunque se mantiene en duda quién entregará el premio final de la noche, el de mejor película. ¿Serán Robert De Niro y Sigourney Weaver, que ruedan en Barcelona con uno de los finalistas, Rodrigo Cortés?
Pero los esfuerzos del presidente de la Academia por dar espectacularidad a los premios de una cinematografía como la española, en perpetua crisis de popularidad, no se han limitado a lo nominal, sino que han desplegado una compleja infraestructura.
Entre el fastuoso montaje de esta edición, habrá un helicóptero sobrevolando el Teatro Real, una pantalla exterior para disfrutar la gala frente a los 2.000 metros de alfombra roja y el gran premio Goya de siete metros que preside estos días la plaza de Oriente.
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