Notas de un lector

El joven Paul Celan

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En el empeño por dar a la luz todos los textos firmados por Paul Celan, la editorial Trotta publica “Poemas y Prosas de juventud” (Madrid, 2010). Este mismo sello, ya había editado sus “Obras completas”, sus “Poemas póstumos” y la “Correspondencia con Nelly Sachs”. Ahora, el ávido lector celaniano, puede disfrutar de un buen número de poemas que no se recogían en las citadas “Obras completas”, y hallar, a su vez, algunas de las primeras propuestas que sostuvieron el quehacer del poeta rumano.


Nacido en 1920 en Czernowitz, la vida de Paul Celan estuvo marcada por las trágicas circunstancias vividas durante la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas. Sus padres murieron en 1942 en un campo de concentración nazi, y él pasó tres años recluido en otro centro de trabajos forzados del ejército rumano. De aquella terrible experiencia, bebieron muchos de sus posteriores versos y acabó siendo uno de los detonantes que le llevó al suicidio en París el 20 de abril de 1970.
Bárbara Weidmann, quien ha estado al tanto de la edición, divide este periodo de juventud en tres claras etapas: la que se desarrolla en su tierra natal, la Bucovina; la que va de 1945 a 1947, donde vive en Bucarest, trabajando como traductor del ruso al rumano y de donde datan sus primeros poemas publicados bajo el nombre de Celan; y por último, la de su estancia de un año en Viena (1948), que fue el trampolín previo a su viaje y residencia definitiva en la capital francesa.

Se ha intentado dar a esta colección un orden cronológico y ello facilita la tarea de ver cuáles son las inquietudes, los temas, los anhelos y la fulgurante progresión con que el genial poeta fue vertebrando su obra.
Su originalidad se aprecia en la forma de exponer su visión existencial del tiempo y el espacio que lo habitaron. A sus variadas dificultades vitales, supo darles una orientación lírica nacida de una radical interiorización que le permitía conocer las realidades materiales singulares. Todo aquello que no fuera inteligible, debía derivar en una reflexión que conjugara la razón con el ánima: “En los pechos fresnales te enciendo estrellas para el adiós./ No te quedes. No florezcas más./ Se apagó la luz de la nieve, solos están todos los desnudos…/ Yo cabalgué en la noche. Yo no vuelvo”.

Además, la obra de Celan transcurre desde sus inicios por un hermetismo que economiza al máximo la expresión verbal: un lenguaje que se yuxtapone en múltiples ocasiones, un vocabulario que se extrema en la reiteración de términos casi obsesivos como “noche”, “nieve”, “sombras”, “ojos”, “muerte”.. y en un cromático arco iris de versos que no dejan al margen ningún color. Ni dejarán impasible a ningún lector: “Verde moho es la casa del olvido./ Ante cada una de las puertas el viento azulea tu juglar decapitado./ Él te toca el tambor de musgo y amargo vello de pubis,/ con supurante dedo del pie pinta tu ceja en la arena./ Mas larga la dibuja que ella era y el rojo de tu labio./ Tú llenas aquí las urnas y nutres tu corazón”.

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