Este año, la variedad de temas y estilos en los doce cortometrajes que han quedado finalistas es enorme:
En el apartado de ficción compiten Adiós papá, adiós mamá, del alicantino Luis Soravilla, una comedia protagonizada por Enrique Villén, Gracia Olayo y Miguel Ángel Muñoz en los papeles de un hijo que se quiere ir a vivir con su novia e independizarse (por fin) a los 35 años, y sus padres, que asisten asombrados a la transformación de su hijo.
José y César Esteban Alenda firman una intimista historia llena de simbolismos, El orden de las cosas, que protagoniza Manuela Vellés, donde la acción transcurre en una bañera, como la vida de Julia, y es un grito contra la violencia de genero.
ANIMACIÓN
En la categoría de animación son finalistas Exlibris, un delicioso poema visual en el que su directora, la valenciana María Trénor, rinde homenaje a los libros y al placer de leer con un formato experimental en el que mezcla imágenes reales con dibujos.
Pedro Solís García intentará el abordaje a su primer Goya con La bruxa, un cuento que trastoca algunos viejos conceptos, ya que es la vieja bruja la busca desesperadamente a su príncipe azul.
También finalista es La torre del tiempo (The Tower of Time), de José Luis Quirós, que también es guionista y productor de esta compleja y visual historia que transgrede conceptos como el tiempo y el espacio y da vida a un fantástico mundo que se agita en otra dimensión.
Y Vicenta, el quinto corto que realiza el valenciano Sam, un cuento de terror y humor al cincuenta por ciento, aderezado con gotas de machismo y resignación (Vicenta, una mujer antigua y abnegada a la que anima Esperanza Elipe).
En el ámbito del documental compiten El cine libertario: cuando las películas hacen historia, una cinta de Verónica Vigil y José María Almela sobre el breve periodo en el que, en plena Guerra Civil, el sindicato anarquista CNT socializó la industria del cine.
El pabellón alemán, del madrileño Juan Miralles, es una inmersión en la obra que el arquitecto Mies van der Rohe hizo para la Exposición Universal de Barcelona de 1929, donde, a través de viejas fotografías, el director deja entrever un misterio oculto, tal vez un crimen, contado en blanco y negro.
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