El Málaga Club de Fútbol ha resucitado. Victoria ante el Atlético de Madrid B y la vuelta de la esperanza han sido todo uno. En estos días, también hemos asistido al visado de las mil VPO que el Ayuntamiento va a construir en el sector de la universidad, frente a Soliva, con el fin de dar salidas a las parejas jóvenes y que estas puedan alquilar, mientras que los pisos turísticos, que ya han devorado el Centro de Málaga, pese a su ineludible contribución a la rehabilitación de las casas decimonónicas que le han pintado el alma a la ciudad durante tantísimas décadas, siguen creciendo sin freno ni control alguno y han tomado ya otros barrios históricos de nuestra urbe. La ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, ha dicho que el Gobierno central va a limitar las viviendas turísticas en las zonas tensionadas, y, por otro lado, numerosos colectivos ciudadanos, en diversas metrópolis con problemas de exceso de turistas, piden un control sobre esta actividad. Algunas capitales europeas han comenzado a andar ese camino, pero en Lanzarote hay indignación después de que una televisión británica preguntara a su audiencia si, ante los ataques al visitante, es necesario boicotear los viajes a la isla. En medio de este desaguisado, ahora discutimos si la tasa turística ha de imponerse o no y si, en realidad, esa recaudación tiene o no alguna repercusión final positiva para el destino en concreto. Diversificación, dicen algunos, es lo que nos hace falta. Pero la ciudad ya diversifica buscando la instalación aquí de grandes empresas tecnológicas, cuyos trabajadores, mejor pagados que el resto de malagueños, buscan viviendas más caras y, por tanto, el mercado se tensiona de nuevo. El cóctel es explosivo y parece tener una muy difícil solución, pero ponerle un límite a las viviendas turísticas, sobre todo en las zonas en que la oferta legal se suma a la ilegal, es una medida a todas luces justa, al menos por ahora. Ha llegado el tiempo de reflexionar sobre nuestra industria turística, de forma que sólo la sostenibilidad y el respeto al territorio pueden presidir cualquier proceso empresarial, pero todos hemos de recordar que este es el sector que nos da de comer, del que viven la mayor parte de los malagueños y atacarlo con saña y sin pensar en soluciones que casen con el sentido común y la racionalidad es atacar nuestra propia subsistencia, aunque ahora lo que toca es poner al vecino en el centro de la política local en todas las ciudades andaluzas, pues los problemas son idénticos en todas ellas. Veremos
Pero la ciudad ya diversifica buscando la instalación aquí de grandes empresas tecnológicas, cuyos trabajadores, mejor pagados que el resto de malagueños, buscan viviendas más caras y, por tanto, el mercado se tensiona de nuevoEnvía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es