El 7 de marzo de 1930 Federico García Lorca arribó a La Habana. Llegaba con la idea de dictar unas conferencias invitado por la Sociedad Hispano-Cubana de Cultura. Sobre la impresión que le causara, dejó escrito: “…Comienzan a llegar, palma y canela, los perfumes de la América con raíces, la América de Dios.
Pero ¿Qué es esto? ¿Otra vez España? ¿Otra vez la Andalucía mundial?Es el amarillo de Cádiz con un grado más, el rosa de Sevilla tirando a carmín y el verde de Granada con una leve fosforescencia de pez”.
Recuerdo, ahora, estas palabras del genial granadino, al hilo de “Plan para matar al emperador”, una muestra de joven poesía cubana que acaba de editar el sello palentino Cálamo.
Se reúnen, en esta compilación, veintidós poetas. Desde la de mayor edad, Laura Domingo, nacida en 1985, hasta los más jóvenes, Andrés Zamora y Lauren Migoya, ambos de 2002, hay un espacio de diecisiete años y un tiempo común de original, sugestiva y simbólica creatividad.
La selección ha estado a cargo del escritor cubano Sergio García Zamora (Santa Clara, 1986), quien afirma en su prefacio, que es éste un“grupo heterogéneo, diverso, cambiante y múltiple en sus planteamientos éticos y estéticos (…)Si bien la preocupación social por el devenir social de la Isla es una constante en los textos de nuestra tradición lírica, aquí hay un barrunto de ir hacia algo más, hacia una vindicación del lenguaje y un salto imaginativo hacia lo universal sin renuncia de lo patrio”.
Como es lógico, la variedad de propuestas es muy amplia y los poemas aquí recogidos se vinculan a contenidos estéticos de índole diversa. Si se quisiera aunar un rasgo común, se podría mencionar la versatilidad de una semántica que segmenta los significados desde criterios de conmutación y permutación constantes. La palabra vira hacia una suma de posibilidades donde la abstracción y lo concreto complementan discursos de categorías sugerentes, y donde las inferencias líricas se muestran supeditadas a un verso elástico, de dócil arcilla. Así lo confirma, por ejemplo, el decir de Giselle Lucía Navarro (Alquízar, 1995): “Todos los días un anónimo me incendia las manos (…) Para un poeta son peligrosas las palabras falsas (…) Las palabras del poeta/ deben estar manchadas de valor”.
La ausencia de un sentimiento de perdurabilidad con relación a lo empírico, podría ser otro elemento que aparece aquí revelado de forma plural. La propia existencia, pues, es tan solo una manera mudable de uniformidad, regida, en buena medida por parámetros existenciales que laten con ímpetu juvenil, tal es el caso de Claudette Betancourt Cruz (Ciego de Ávila, 1991): “Todos quieren chuparle la lengua a la belleza/ se le echan encima/ libido en la mano./ Todos quieren morderla,/ masticarla”.
Gelsys García Lorenzo, Ernesto Delgado, TaimiDieguez, Rubiel Labarta, Antonio Herrada, Alba Thalía Valle, Reiniel Pérez Ventura, Daniela Lago, Gustavo Peralta, Pablo G. LLeonart, LissetePaéz D. Cuba, Rolando Labrador, Joel Herrera, Adianys González, Carlos Manuel Gómez, Melissa Novo y Yunier Mena, son los otros nombres que completan esta atractiva antología, plena de humanismo y honestidad.
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