El PNV, que ha ganado en votos todos los comicios vascos celebrados hasta ahora, afronta el 21 de abril las elecciones en las que más se cuestiona su victoria desde 1986, cuando el partido se partió por la mitad con la escisión de Eusko Alkartasuna liderada por el exlehendakari Carlos Garaikoetxea.
Ahora es el alza continuada de EH Bildu desde que terminó el terrorismo de ETA, y optó por hacer política institucional con una imagen moderada y más de izquierdas que independentista, la que cuestiona la victoria del PNV.
La formación presidida por Andoni Ortuzar llega a esta campaña con dos fracasos en las municipales de mayo y las generales de julio, aunque volvió a ser primera fuerza en los comicios locales y empató a cinco diputados con PSE-EE y Bildu en las generales.
En las municipales el PNV perdió votos (bajó del 35,8 al 31,69 % y solo aventajó en 2,5 puntos a la coalición abertzale) y concejales, se quedó sin el Ayuntamiento de Vitoria y mantuvo la Diputación de Gipuzkoa junto al PSE-EE gracias al apoyo gratuito del PP, que impidió que Maddalen Iriarte (Bildu) fuera diputada general tras ser la más votada.
Mes y medio después, se dejó la victoria en Euskadi, un escaño y 8 puntos porcentuales de voto (cayó del 32 al 24 %) en las generales, donde EH Bildu se quedó a 1 décima en porcentaje de voto (23,9).
Relevo generacional
Este resultado desató la alarma en el PNV, que optó por la drástica solución de prescindir como candidato del lehendakari, Iñigo Urkullu, y optar por un relevo generacional total aunque fuera el político más conocido y mejor valorado del País Vasco.
Además ese relevo se lleva por delante a casi todos los consejeros nacionalistas del Gobierno Vasco, ya que únicamente Nerea Melgosa figura en las listas el Parlamento vasco y se ha confirmado el adiós a la política de Josu Erkoreka y Pedro Azpiazu.
El PNV, pese a realizar en los últimos años varios "procesos de escucha" participativa y jornadas de reflexión teórica sobre las nuevas formas de hacer política, entiende que el partido ha perdido conexión con la sociedad vasca actual y por ello ha optado por un relevo generacional, que se encarna en el candidato a lehendakari, el hasta ahora diputado foral vizcaíno de Infraestructuras, Imanol Pradales.
Al no concurrir Urkullu ni sus consejeros, el PNV y Pradales obvian la defensa de la gestión realizada en el Gobierno Vasco, acosado por las críticas de la oposición y la movilización sindical y social, y se centran en dar a conocer al candidato y realizar propuestas de futuro, aunque el resto de partidos le reprochan que propongan ahora soluciones a problemas como el de Osakidetza, que ellos han dirigido durante las últimas décadas.
Con todas las encuestas augurando una diferencia mínima entre PNV y EH Bildu, a favor de uno u otro, los "jeltzales" tratarán de polarizar la campaña con la coalición abertzale destacando la estabilidad y tranquilidad que proporcionan sus gobiernos frente a la "incertidumbre" de un posible ejecutivo de EH Bildu, además de puntuales ataques a la izquierda abertzale por no condenar el terrorismo de ETA.
Está por ver si la cuestión territorial, en la que no parecían querer incidir demasiado ni PNV ni Bildu, acaba por tener mayor relevancia de la esperada debido al adelanto electoral en Cataluña, aunque no ha afectado por ahora.
Los pactos de gobierno
En cuanto a los pactos, tanto el PNV como el PSE-EE han dejado claro que su preferencia es reeditar su coalición y han descartado un Ejecutivo con EH Bildu.
Por eso, el verdadero fracaso para el PNV no sería perder la primera posición electoral, sino no poder retener el Gobierno Vasco con los socialistas.
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