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La importancia de reconocer la obesidad como una enfermedad crónica y multifactorial

El 55,8% de la población adulta en España tiene exceso de peso, mientras que el 18,7% sufre de obesidad

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El 55,8% de la población adulta en España tiene exceso de peso, mientras que el 18,7% sufre de obesidad. Estos datos se desprenden de una investigación realizada por el Instituto de Salud Carlos III y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN) que revela además que un tercio de los menores en España tienen exceso de peso. Estas cifras posicionan a España como el cuarto país europeo con mayor prevalencia de obesidad en la población infantil y el tercero en términos de sobrepeso, de acuerdo a un informe de la OMS que analizó la situación en 33 estados de la región y concluyó que el 60% de la población adulta en el continente europeo padece obesidad.

Expertos la llaman “la gran pandemia del siglo XXI”, sin embargo, muchos desconocen aún su magnitud. El reciente informe 'Situación sanitaria y social de las personas con obesidad en España' revela datos clave sobre cómo la sociedad española percibe el sobrepeso y la obesidad.

Solo el 42% de los españoles considera que la obesidad es una enfermedad crónica, mientras que un 28% la ve como una consecuencia de problemas emocionales o psicológicos. Asimismo, el 17% relaciona la obesidad con una “falta de voluntad”, mientras que el 12% ve el sobrepeso como una consecuencia de otras enfermedades.

Estas revelaciones dejan al descubierto el desconocimiento que existe con respecto a ambas condiciones.

La falta de concienciación que existe en la sociedad con respecto a la obesidad, el sobrepeso y sus graves consecuencias, representa un desafío en sí mismo. Aunque el mayor desafío al que se enfrentan las autoridades sanitarias alrededor del mundo es encontrar soluciones y tratamientos, como así también medidas que permitan prevenir.

Sobre todo si se tiene en cuenta que, según un estudio reciente publicado en The Lancet reveló que más de 1.000 millones de personas tenían obesidad en 2022, lo que significa que desde 1990, la obesidad se ha duplicado entre los adultos y se ha cuadruplicado entre los niños y adolescentes. Como si fuera poco, se calcula que para 2035 más de la mitad de la población mundial vivirá con sobrepeso y una de cada cuatro personas tendrá obesidad.

Mientras que las estimaciones revelan que el impacto económico global del sobrepeso y la obesidad en ese año será de $4.32 billones.

Desplegar estrategias globales y holísticas se ha convertido en una prioridad. Desde la Alianza por la Obesidad, compuesta por trece asociaciones de pacientes y sociedades científicas españolas, señalan la importancia de reconocer la obesidad como una enfermedad crónica y multifactorial en España. Así lo han explicado durante la presentación del mencionado informe en el Congreso de los Diputados.

Los expertos coinciden en que la falta de reconocimiento de la obesidad como enfermedad, resulta en un infradiagnóstico. Tal es así que solo el 69% de los pacientes con obesidad en España recibe un diagnóstico de obesidad. Esto hace que en muchos casos, los que la padecen tienden a infravalorar su condición real y esto a su vez, retrasa el diagnóstico y por ende, también la búsqueda de atención médica.

Además de impulsar el reconocimiento real de la obesidad como enfermedad crónica, desde la Alianza por la Obesidad presentaron otras propuestas destinadas a disminuir el impacto de la obesidad en España. Entre ellas, destacan las campañas de concienciación y sensibilización sobre la obesidad, los programas de educación y promoción de la salud en las escuelas, los programas de detección precoz del exceso de peso de manera sistemática, como así también los protocolos de diagnóstico integral y de tratamiento personalizados integrales. Este último punto es clave ya que, como bien lo explicó la doctora Irene Bretón, miembro de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), “en general, hay una falta de individualización y personalización de la atención a las necesidad del paciente, también a las emocionales, y una escasa información y formación sobre esta enfermedad y sus consecuencias”.

La individualización y personalización es fundamental, como así también lo es la información. Por ende, deben ir de la mano. Por ende, las herramientas que se adopten deben tener en cuenta los diferentes factores que hacen a esas individualidades como el estilo de vida, las condiciones de salud de cada persona, las dietas, entre otras. Pero esto no es todo, también es fundamental que las políticas y enfoques estén basadas en la evidencia científica.

Sobre todo, para evitar situaciones como la ocurrida con el etiquetado nutricional en la parte frontal de los envases. Una herramienta inicialmente diseñada para ayudar a los consumidores a tomar decisiones de compra saludables que acabó generando una gran controversia debido a las acusaciones en contra de uno de los modelos propuestos en Europa, el NutriScore. Este sistema de etiquetado califica a los alimentos y les da el visto bueno o malo de acuerdo a su composición en 100 gramos de producto.

Entre los principales problemas de este etiquetado se encuentra su algoritmo que ha sido modificado en diferentes oportunidades, lo que demuestra que la evidencia que lo respalda no es consistente ya que varía de acuerdo a los ajustes que se le hacen al sistema. El resultado está a la vista, mismos productos con diferentes clasificaciones dependiendo de la versión del algoritmo de NutriScore que se haya utilizado, lo que genera más confusión. De hecho, hace ya tiempo que los científicos vienen alertando sobre este problema. “El NutriScore se apoya en evidencias indirectas, pero no en estudios científicamente solventes”, escribían en el documento científico “Las razones científicas de lo inapropiado del Nutri-Score para atender los problemas nutricionales del mundo actual”, más de 60 científicos del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (Imibic). Afortunadamente, España le dijo ‘no’ al Nutri-Score, tal como lo han hecho otros países como Grecia, Italia, Chipre, Grecia, Letonia, República Checa, Rumanía y Hungría.

Las políticas de salud pública, sobre todo aquellas destinadas a abordar una problemática tan urgente como lo es el aumento en las tasas de obesidad y sobrepeso, no pueden ser de “prueba y error”. Poner en marcha herramientas cuyo respaldo científico es dudoso, puede ser perjudicial para los consumidores. Por ende, como ya lo han dejado en claro los expertos, hay que poner el foco en las estrategias multifactoriales y transversales respaldadas por la evidencia científica.

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