Notas de un lector

Sara y Álex

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Más de un lector de “Háblame”, libro que acaba de dar a la luz Kalandraka en su serie de “Libros para soñar”, puede sorprenderse con su contenido, en especial si es la primera vez que toma contacto con esta editorial.
 

Porque su protagonista, Sara, es una niña artista, y el relato discurre, contado por su hermano, al ritmo desconcertado y desconcertante de la pequeña, cuya discapacidad no explicita, hay que deducir de lo que se nos narra: “Sara es así. Se queda inmóvil durante horas, sin hablar, sin oír, sin mirar, sin jugar con nadie… muy molesta cuando aúlla tan fuerte”… Si consideramos que la edad recomendada son los seis años, no es extraño que suceda lo que apunto.
Otra cosa es el adulto adepto a la literatura infantil, o el crítico, que conoce como Kalandraka, alienta la colección Makakiños -en colaboración la asociación BATA-, que procura una mayor autonomía a las personas con autismo, presentando “guías de conocimiento y comunicación con el entorno”.

Pero volviendo al libro que me ocupa, hora es de decir que su autor es Marco Berrettoni, nacido en Roma y discípulo de Mauro Bolognini, inmerso en experiencias teatrales y, desde 2000, colaborador en libros infantiles con Chiara Carrer, ilustradora afortunada de esta entrega, veneciana sobradamente conocida fuera de las fronteras de su país, y en posesión de premios como el UNICEF de 1995 y el Andersen de 1999. Berrettoni y Carrer, aquí traducidos al castellano por Xosé Ballesteros-, han hecho en éste “Háblame” (cuyo título original es “É non é”) un libro en verdad singular, en el que bulle el misterio, la ausencia, el miedo, la soledad y la ternura, y Kalandraka, consciente acaso de su trascendencia, ofrece además de en castellano, en euskera (“Sara, nor Zara?”), catalán (“Parla´m”), y gallego (“Fálame”), en un proyecto merecedor del mayor reconocimiento.

El otro libro que Faktoría K –sello editorial perteneciente a Kalandraka- publica para estas fechas, es “Mi amigo Alex”, obra de Mikel y Maite Gurrutxaga, y traducido por Fernando Rex, ya que escrito originalmente en euskera, obtuvo el IV premio Etxepare, destinado al mejor álbum infantil en dicha lengua.

Alex es el amigo imaginario de Isabel: un monstruo de espeso pelaje, que le hacía compañía en los momentos más necesarios. (La figura del amigo imaginario es frecuente en el ámbito de la literatura infantil; v.g., nunca he olvidado a aquel “Manuel” con el que solía conversar el protagonista de “Marcelino, pan y vino”. Y, en la vida real, uno de mis hermanos anduvo mucho tiempo compartiendo aventuras con una de estas ¿criaturas?). Pero Isabel deja la casa de campo en la que vive y en la que disfruta de la soledad, y se traslada a la ciudad. Poco a poco va comprobando cómo las visitas de Álex se espacían cada vez más, a medida que ella gana nuevos amigos. Hasta que Álex desaparece del todo y para siempre, convirtiéndose, eso sí, en hermoso recuerdo.

Sara, con sus ausencias, y Álex, con su invisibilidad y su mudez, constituyen dos personajes bien distintos, pero entrañables. La clave de ambos cuentos, en las ediciones que comento, residen en la brevedad de sus textos y en la generosidad de sus ilustraciones, lo que los hace propicios para esos lectores de seis años a los que en principio se destinan, hecha la salvedad temática del primero, arriba anotada. Pero, en verdad ¿quién se atreve a apropiarse con rotunda seguridad de los gustos y sentimientos de un niño, tan sabio siempre en su supuesto no saber?

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