Recientemente, se han cumplido seis meses desde el mortal ataque que militantes de Hamás llevaron a cabo en Israel el 7 de octubre de 2023, donde murieron unas 1.200 personas y 240 fueron tomadas como rehenes. Ese día, comenzó una cruenta guerra en la que la sociedad civil ha sido la principal damnificada, tanto, por un lado, como por otro.
En la Franja de Gaza cada día las condiciones son peores. La falta de alimento, de agua y los bombardeos que resuenan cada tarde se han convertido en un sinvivir para una población que se encuentra al límite.
El malagueño Alfonso Artacho, coordinador del área de Logística de Médicos Sin Fronteras (MSF) vivió in situ esta guerra. Se desplazó hasta la ciudad de Rafah y relató, en la Asociación Malagueña de la Prensa, la decadencia que se puede ver por sus calles.
"Rafah es una ciudad en la que, antes de la guerra, vivían unas 300.000 personas. Ahora hay más de un millón y medio. La ciudad no está preparada para acoger a tanta gente, por lo que la escasez de recursos es un constante", señala. Además, se encuentra en la misma frontera con Egipto, por lo que las posibilidades de desplazamiento son casi nulas.
El principal problema en cuanto a abastecimiento es el del agua. Allí, según relata Alfonso, las personas subsisten con "un litro de agua al día para todo", cuando lo normal, en una situación precaria, es disponer de 20. Esto ha creado una necesidad que también repercute en las ciudades del norte, donde la escasez se agudiza todavía más.
La desesperación ha llegado ya a un punto en el que los saqueos están a la orden del día: "Antes llegaban desde Egipto unos 600 camiones al día; ahora a penas cruzan la frontera 100". Esto, sin contar con el problema de que la mayoría terminan en manos de reductos que los vacían en cuestión de instantes. "Las propias madres lanzan a las carreteras a sus hijos de 3 años para que los camiones paren y vaciarlos", agrega.
Alfonso Artacho, que desde 2006 ayuda con Médicos Sin Fronteras en zonas peligrosas, asegura que nunca había visto algo similar a lo que experimentó en Gaza: "La situación es límite. A partir de las 18-19 horas, el ruido de las bombas es algo ya normal. Urge que esta guerra termine cuanto antes".
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