Andalucía

?El presupuesto ha sido posible gracias a la bajada salarial?

La bajada salarial de los profesionales y el descenso en el capítulo de farmacia han sido las dos decisiones controvertidas que han salvado el presupuesto de Salud, todo por mantener un servicio público de calidad y con las mismas prestaciones

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  • María Jesús Montero -
Defensora a ultranza del sistema público sanitario, por su equidad y por el dinamismo económico que aporta a la sociedad, reitera una y otra vez que en la sanidad andaluza no ha habido recortes y que sólo se han adaptado a las circunstancias económicas, aunque su salvavidas ha sido la bajada salarial de los profesionales y el capítulo de farmacia. Eso sí, tiene claro que si no hubiera existido un gobierno socialista, o se hubiera recortado en personal o en prestaciones.

—Sanidad, un servicio público esencial, ¿cómo le afecta la crisis?

—Te obliga a hacer planteamientos de búsqueda de eficiencia. Es algo muy similar a las economías domésticas, pero se produce una diferenciación que tiene que ver con la ideología política. Estoy convencida de que si hubiera habido otro color político, se hubieran recortado prestaciones o se hubiera ido llevando al sistema a un grado de deterioro que al final se hubiera concluido que no merece la pena mantenerlo. Llevamos años debatiendo la sostenibilidad de los pilares del estado de bienestar, que permita sostenerlo en el tiempo, dedicarle una parte del presupuesto que los ciudadanos están dispuestos a pagar desde una contraprestación de calidad y desde una individualidad en los servicios. Tenemos que hacer autocrítica, los sistemas públicos universales son de los más eficientes en término de gasto per cápita por persona, no sólo porque es justo, necesario, equitativo e irrenunciable para un gobierno socialista, sino que además constituye un elemento económico fundamental para el dinamismo de las sociedades y significa la paz social.

—Pero eso se traduce en una línea de reducción de costes.

—Este presupuesto ha sido posible construirlo con las mismas prestaciones gracias a dos flotadores, dos salvavidas, la bajada salarial de los profesionales, porque el 45% de los presupuestos se destina a a retribuciones de los profesionales, algo que siempre agradeceremos. Y en el capítulo de farmacia, que es un 25% del presupuestos, con la bajada del 7% en los precios de los medicamentos. Si no se hubieran producido esas dos decisiones tan controvertidas o bien hubiéramos tenido que reducir personal, que hubiera supuesto una merma de los servicios, o retirar prestaciones.

—Sin embargo UGT critica la reducción de contrataciones y existen quejas en los retrasos en infraestructuras y obras sanitarias.

—No sé de dónde han sacado los datos, pero lo desmiento rotundamente, no se ha producido una disminución de 4.000 personas del año 2009 para acá. Sí se han congelado las plantillas, lo que nos ha permitido cubrir jubilaciones, no ha habido ningún tipo de detrimento al volumen de plantilla ni nada que se le parezca. Las inversiones se han visto ralentizadas, eso no son recortes aunque de forma intencionada el PP quiere llevar al interés ciudadano que recorte sea todo, porque ellos sí están aplicando políticas de recorte. Andalucía no ha tomado ninguna medida en tema sanitario en las que tuviera algo en el ejercicio económico anterior, que en el siguiente no lo tenga. Ni en relación con la plantilla, ni la prestación farmacéutica, ni con las prestaciones habituales, ni con las tecnologías. Todo lo contrario. Se le llama recorte a que haya algo que desaparece, a lo segundo lo llamo adaptarnos a los tiempos de dificultad económica.

—Es difícil trasladarle eso al ciudadano cuando lleva esperando un hospital, como Algeciras, y decirle que va a tardar más

—Aquí yo quiero hacer una apreciación. Las obras que estaban en marcha están contratadas, no podemos retrasarlas. La obra de Algeciras se ha visto afectada porque la empresa entra en concurso de acreedores y hay que volver a sacar el concurso, que es lo que ralentiza, como en el caso de Aracena. Evidentemente, cuando uno tiene unas expectativas, supone una decepción pero tenemos que ser muy conscientes de que nuestros ritmos de crecimiento no son extrapolables al que teníamos hace cinco años, sino que tenemos que adaptarlo a esa posibilidad real, porque esto lo pagan los ciudadanos con sus impuestos. Han sido cifras que nos han permitido pegar un avance muy importante a inversiones e infraestructuras, y se ha consolidado.

—Pero en el tema de los impuestos, sí que se va a aplicar el céntimo sanitario. ¿Cuánto se recaudará?

—La previsión estaba en torno a 140 a 150 millones de euros, que es una cantidad importante.

—Del copago, ni hablamos.

—Se ha puesto de manifiesto que no consigue ni el objetivo disuasorio en la utilización de los servicios, ni el objetivo recaudatorio. Para conseguir el objetivo disuasorio había que gravar una cantidad tan importante que conllevaría inequidades en términos de salud, que para un gobierno socialista es un elemento irrenunciable, y lo que consigue es que el ciudadano no acuda cuando tiene los primeros síntomas y sí cuando está ya en un grado de avance muy elevado y al final el coste del tratamiento o la intervención es mayor, pero además no consigue los efectos económicos que dicen aquellos que acuden a él desde hace quince años como elemento de salvación.

—Quizás en el fondo la factura sombra persigue eso, si no puede evitar que vayan, que sepan lo que cuesta.

—Tienen dos objetivos fundamentales. El primero es transparencia, cuando un 30% del presupuesto que maneja la Junta se destina a una política es de recibo rendirles cuentas, estamos hablando de 10.000 millones de euros anuales, un gasto per cápita de 1.200 euros por persona al año, lo que ni siquiera cuesta el seguro a todo riesgo de un coche. Es un sistema que da todas las prestaciones, desde un trasplante hasta un resfriado. Me parece un precio razonable para el nivel de calidad y de prestaciones que tenemos. Yo soy una defensora no sólo de la equidad y la calidad que aporta, sino que pienso que es uno de los sistemas más eficientes en términos de coste para los ciudadanos que podemos tener.

—¿Pero están contentos?

—Muy contentos, la factura perseguía dar cuenta de ese dinero y que el ciudadano apreciara el sistema sanitario, fuera consciente de lo que le proporciona un servicio público para que esa legitimación le permita seguir teniendo una disponibilidad para que sus impuestos se destinen a ese fin. Y luego el conocimiento anecdótico de lo que cuesta una intervención, no porque sea anecdótico el coste sino porque cada una de ellas es un mundo. Lo primero que hace el ciudadano es quedarse sorprendido de lo que cuestan las cosas. Hay muchas anécdotas, comentarios muy graciosos, siempre amables, el chiste sobre lo que se traslada esa información.

—Alguna maldad sí que habrá...

—Pero no ha habido confusión, a los ciudadanos les ha quedado muy claro desde el primer momento que este documento no era una antesala de nada ni que fuera una factura que después se le iba a cobrar.

—La segunda parte es juzgar la calidad de esa prestación...

—Por ahora no ha habido un planteamiento de cuestionamiento de la calidad. Creo que tenemos que estar orgullosos de que el sistema sanitario ofrece una calidad que además de que técnica y científicamente es muy óptima, en términos generales, el ciudadano se encuentra satisfecho. Pero sí haya algo que aparece de forma constante en lo que estamos trabajando concienzudamente es la personalización. Los ciudadanos siguen pensando que hay margen para mejorar y hay que desterrar la imagen del acompañante en el sillón. El sillón tiene que ser adecuado para el enfermo pero que después se pueda desplegar por la noche y la persona pueda al menos “estirarse”. Ahí tenemos que mejorar, es el gran reto para el futuro, además de dar una buena prestación, que tengamos la capacidad de dar entorno, que el enfermo esté como en casa aunque nunca va a estar como en casa.

—Pero también en las urgencias habría que desterrar esas imágenes...

—Se ha mejorado mucho en el ámbito de las urgencias, se han hecho inversiones y obras que han permitido duplicar y triplicar sus espacios, e incorporar sistemas de información que nos va a permitir gestionar los tiempos y que la organización se adapte mejor a los picos de afluencia que están perfectamente estudiados, como los lunes, después de grandes acontecimientos o un partido de fútbol televisado. Pero la puerta de urgencia no es un entorno que se gestiona por si sólo. Tenemos que trabajar en todo eso, porque los ciudadanos lo demandan. Hay muchos mitos que con los datos hay que ir desterrando. Las urgencias hospitalarias no han crecido en el último año y sin embargo las urgencias de atención primaria han crecido, en torno a un 4%. Eso significa que los ciudadanos confían más en el nivel de atención primaria. Y en la urgencia hospitalaria, hay que afinar mucho el discurso porque cuando un paciente llega a la puerta de urgencia se atiende en función de su problema, no de su orden de llegada y evidentemente la urgencia banal espera más, insisto, tiempos que tenemos que seguir mejorando.

—¿Un problema de gestión y no de personal o de servicios?

—Es una gestión integral. Las urgencias tienen muy mala fama, hay que que seguir trabajando para que los picos aparezcan lo menos posible, pero eliminarlos completamente es muy complicado, aunque hay series históricas para saber cuando se producen y para que haya más personal y los horarios no sean como nos vienen bien a los sanitarios sino como se comportan los ciudadanos. La urgencia es sensible a todo lo que ocurre en el hospital y si en rayos se estropea una máquina, se colapsa urgencias. Hay que gestionarlo integralmente. Y luego la urgencia es tremendamente resolutiva, es un dato de calidad irrebatible pero juega en su contra en términos de afluencia, la gente sabe que va a urgencias y le resuelven el problema, está siempre abierto. Mientras más resolutivos seamos en primaria más irán a primaria. Trabajan muy bien pero es verdad que la urgencia tiene mala fama y hay ámbitos que tenemos que mejorar.

—Pero están quemados...

—Es un entorno laboral que provoca estrés y en el debate sobre especialidades siempre hemos defendido que no sea el destino definitivo. Tener que estar obligado a ese ritmo de trabajo es complicado.

—También hay que gestionar el sistema por la parte del trabajador.

—Hay una reivindicación de los médicos que trabajan en ese entorno de ser especialistas, urgenciólogos, y Andalucía siempre ha pensado que fueran especialistas siempre y cuando pudieran tener una fácil llegada a otra especialidad al cabo del tiempo. Es complicado. Hay que ser capaces de conciliar todos los temas, una atención rápida porque los ciudadanos la requieren y la exigen, unas adecuadas condiciones laborales y un adecuado desarrollo profesional.

—El Perfil—

Una médica que no consigue conciliar la vida profesional y familiar

Médica con plaza fija en el hospital Virgen del Rocío, María Jesús Montero (Sevilla, 1966) confiesa que le dedica las 24 horas del día a su trabajo, a ser consejera de Salud, lo que entra en contradicción con algunas de las recomendaciones de su departamento, como es llevar una alimentación adecuada. “Siempre comemos fuera, cosa que me parece poco saludable”, reconoce, aunque retoma todo los fines de semana los sabores de la comida tradicional. “Soy de Sevilla, concretamente de Triana”, dice con orgullo para reconocer que todos los fines de semana cruza el puente para comer con su madre. Se define como una persona normal, que dedica el tiempo que le queda a su familia, especialmente a sus dos hijas, en plena preadolescencia (12 y 13 años) a las que reconoce dedica menos tiempo del que le gustaría. Es su asignatura pendiente, la conciliación familiar, el saber parar y decir que se quede el trabajo para mañana. “Las mujeres lo estamos haciendo mal”, reconoce.

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