¿Conseguirá el reclamo de la Palma de Oro hacer popular a un filme que es más una experiencia sensorial que una película? ¿Conciliará a los espectadores con el cine contemplativo y espiritual del maestro tailandés?
Weerasethakul convierte su escenario cinematográfico en una sugestiva experiencia en la que el hombre se funde y conversa con la naturaleza, el eje temporal de presente, pasado y futuro confluye en un mismo momento y, sobre todo, la vida se solapa con la muerte.
La última película de una cinematografía exótica de improbable trayectoria comercial en ganar el máximo premio en Cannes fue 4 luni, 3 saptamini si 2 zile” la brutal crónica de un aborto practicado en la Rumanía de Ceaucescu filmada por Cristian Mungiu.
Sin embargo, aun dentro de su modesto recorrido comercial, la cinta acabó amasando 9 millones de dólares en todo el mundo y está considerada de culto dentro de los circuitos independientes y puso en el punto de mira una cinematografía, la rumana, que se ha revelado como interesantísima.
Algo parecido le sucedió a la cinematografía china al vencer en 1993 con Adiós a mi concubina, de Chen Kaige, la danesa con Pelle el conquistador en 1987 o a la iraní con el premio a El sabor de las cerezas, de Abbas Kiarostami, en 1997.
El año pasado, el reputado realizador austríaco Michael Haneke vencía con La cinta blanca, que gracias a este honor se convirtió en la película más taquillera de un autor siempre incómodo que, además, salía del batacazo comercial de la versión estadounidense de su Juegos divertidos realizada por él mismo.
Y hay que recordar que el espléndido pero indudablemente plúmbeo Michelangelo Antonioni tuvo un insólito foco de popularidad mayoritaria gracias a Deseo de una mañana de verano (1966), que también empezó su carrera con una Palma de Oro.
Lars Von Trier unió a sus fans –que ya eran unos cuantos– junto a los de la cantante islandesa Björk y logró que Bailar en la oscuridad (2000) arañara 40 millones de dólares además de la pleitesía de Cannes.
Y es que en la Croisette siempre se ha intentado que arte e industria pueden caminar de la mano y eso a veces se ha reflejado en el palmarés.
Cabe recordar que la primera Palma de Oro fue a un especialista en superproducciones de Hollywood como Cecil B. DeMille y que, en los últimos veinte años, ha destacado con su Palma de Oro a cuatro éxitos comerciales.
Farenheit 9/11, el polémico documental de Michael Moore sobre el 11-S, recaudó en el mundo 240 millones de dólares. El presidente del jurado ese año era Quentin Tarantino, que había vencido con Pulp Fiction, su obra más influyente, y que también recaudó 220 millones de dólares en todo el mundo.
Con El piano, se alumbró el mayor éxito crítico y comercial de la única mujer vencedora en la historia del festival, Jane Campion
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