Restricciones, desalinizadoras, mayor eficiencia, barcos cisterna, inversiones en infraestructuras, reutilización, mejoras en agricultura...y mucha concienciación: todas las medidas son necesarias para hacer frente a la sequía que azota ambas orillas del Estrecho de Gibraltar.
El mapa distribuido esta semana por el servicio europeo Copernicus certifica la grave situación de diversos países del Mediterráneo, especialmente en el Estrecho, con todo el tercio este de España en alerta naranja y numerosos puntos en rojo, mientras la mayor parte del norte de Marruecos y Argelia aparecen directamente en rojo.
"No es un problema novedoso: se produce en países mediterráneos desde siempre", recuerda a EFE Estanislao Arana, director académico del Foro de la Economía del Agua, y requiere "además de las soluciones extraordinarias que se están adoptando, otras a medio y largo plazo".
Más allá del problema natural que en España se arrastra desde hace tres años, "hay uno de gobernanza social y política" que incluye la educación y la concienciación de los consumidores pero también la responsabilidad de los partidos políticos, "al menos, de los dos más grandes (PSOE y PP), para lograr un pacto nacional del agua", dice.
"Necesitamos que los tiempos no sean los de las elecciones cada cuatro años", insiste Arana, "porque estamos en una dinámica política muy peculiar, atendiendo a problemas puntuales que dejan en segundo plano políticas más necesarias" y la elaboración de los próximos Presupuestos Generales del Estado "sería el momento de plantear inversiones potentes en esta materia".
Una factura elevada
El fenómeno tiene un coste importante: el informe 'Counting the Cost 2023' de la ONG británica Christian Aide incluyó en diciembre la sequía española entre los 20 fenómenos meteorológicos extremos más costosos para el planeta -en el noveno puesto-, con cerca de 2.200 millones de euros.
La última factura, de momento, la anunció el pasado lunes la Junta de Andalucía: su cuarto Decreto de Sequía asciende a 217,8 millones de euros -la inversión total supera los 500 millones- para apoyar sobre todo al sector agrícola, que entre otras medidas permitirá la llegada de barcos cisterna a las localidades andaluzas necesitadas.
Cataluña es la otra región española más afectada con el nivel de sus embalses ya por debajo de la "línea roja" del 16 %, lo que forzará a la Generalitat a poner en marcha en breve las restricciones al uso del agua.
Los agricultores son también en este caso los más perjudicados, por lo que el sindicato Unió de Pagesos ha exigido a las administraciones que liquiden las ayudas pendientes de 2023: hasta 45 euros por hectárea prometió el Ministerio de Agricultura a los cultivos de secano, mientras que la Generalitat de Cataluña todavía no ha convocado las ayudas al sector de cereales y herbáceos por este problema.
Récords negativos
Al otro lado del Estrecho, la situación no es mejor, con Marruecos sufriendo la sequía por quinto año consecutivo y una alarmante disminución de recursos hídricos: los últimos datos facilitados indican un 70 % menos de precipitaciones entre el pasado mes de septiembre y mediados del mes de enero en comparación con la media de los últimos tres años, mientras el porcentaje de agua en sus embalses se reducía al 23,2% (31,5 % en 2023).
El propio ministro marroquí de Fomento y Agua, Nizar Baraka, ha calificado esta como una de las peores sequías registradas en el país norteafricano, justificando la adopción de medidas estructurales -interconexión de depósitos hídricos o aceleración de desalinizadoras- combinadas con otras restrictivas -cierre de los hammames o baños públicos tres días a la semana, limitación de cultivos e incluso cortes de suministro-.
Y Marruecos no es el único país magrebí afectado: Argelia y Túnez también afrontan un déficit de precipitaciones que en el último caso llevó a registrar un récord tan negativo como que el mes de octubre de 2023 fuera el más seco desde 1950, con un 96 % menos de lluvias respecto a lo habitual.
La situación es tan grave que obliga a exprimir todo tipo de recursos como hace la empresa emergente eAgronom para potenciar la agricultura de conservación o regenerativa, que aprovecha la tecnología para adaptarse a la difícil situación actual y, de paso, potenciar sostenibilidad y rentabilidad.
Esta técnica ofrece "una reducción en costes y tiempos a la vez que mejora la estructura del suelo, incrementa su materia orgánica con el secuestro de carbono y permite una mayor retención de aguas al reducir la escorrentía y la erosión", ha explicado a EFE el director del departamento agronómico de la compañía, Felipe Cortines.
Desde 2008, la superficie dedicada a agricultura regenerativa ha aumentado a un ritmo medio anual del 4,3 % y en 2021 ya se empleaba en una superficie de 2,1 millones de hectáreas solo en España, puesto que "también existe en otros países como Portugal e Italia".
Cortines ha remarcado la ventaja de poder "adaptarse a las necesidades de las zonas de baja pluviometría con la siembra directa, como sucede en Aragón" y reducir además el consumo de agua "por ejemplo en los olivares".
Los estudios del Observatorio Europeo de la Sequía para la Resiliencia y la Adaptación advierten no solo del "impacto sustancial" que tiene la sequía ahora mismo a ambos lados del Estrecho y en otros puntos del Mediterráneo, sino de la amenaza de que la situación se vea "exacerbada por el cambio climático que incrementará estos riesgos" en los próximos años.
"Al final, la sequía afecta a toda la actividad económica, a toda la sociedad, pero igual tenemos que esperar a que sea todavía peor para tomárnosla en serio", lamenta Arana.
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