Es de reconocer la valentía del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, a la hora de situar a su propio partido “en el extrarradio de la Constitución” por la larga e inacabada lista de cesiones al independentismo catalán. En primero de política te enseñan que nadar a contracorriente suele ser un motivo más que suficiente para el apartheid. Y si no, que le pregunten a Susana Díaz.
No existe tertulia o portada de periódico en la que no se haya colado la foto del socialista García-Page con los presidentes populares de Andalucía, Murcia y Comunidad Valenciana denunciando la infrafinanciación de sus regiones. “A mí están a punto, prácticamente, de extraditarme”, decía Page en el corrillo presidencial que se montaron en Fitur. Bromas aparte, las reacciones desde el aparato, como eran de esperar, no tardaron. El maestro de armas Óscar Puente salió rápidamente a colocarlo en lo que consideraba su sitio: el extrarradio del PSOE.
En el rebaño de Pedro Sánchez hay más de una oveja negra esperando el momento perfecto para salir a romper la espiral del silencio. Aunque no se trata de la primera vez que García-Page sube el tono contra las decisiones de sus compañeros, el atrevimiento del barón castellanomanchego y el debate interno que generará terminará por convertirse, probablemente, en un punto de inflexión. El final o, quizá, el principio de algo. Decía Joaquín Sabina aquello de “que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena”. Para muchos, seguir la disciplina se ha convertido en un artículo de lujo.
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