Última Columna

Podemos sumar, restar y dividir

PSOE y Sumar podrían hacer alguna reflexión sobre las consecuencias de sus decisiones de hoy y el panorama que quedará el día después de perder el gobierno.

Publicado: 21/01/2024 ·
11:51
· Actualizado: 21/01/2024 · 11:59
Autor

Rafael Fenoy

Rafael Fenoy se define entrado en años, aunque, a pesar de ello, no deja de estar sorprendido cada día

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En este blog se pretende compartir análisis, reflexión y algo de conocimiento contigo persona lectora

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Derecha unida. Izquierda fragmentada. Estas parecían, hasta no hace mucho, las notas características de las políticas partidarias en España. Desde el 15 de mayo de 2011 hasta hoy, se han producido en España modificaciones profundas en la estructura partidarias de la izquierda. En la derecha también se han producido esas modificaciones aunque han sido más superficiales. Hay quien piensa que la enorme energía cívica propiciada por el 15 M. fue una ocasión histórica para renovar las viejas estructuras políticas. Parece evidente que se ha dilapidado un inmenso caudal de esperanzas ciudadanas que podrían haber materializado una profunda renovación de la política en clave de participación directa de las personas en la toma de decisión en las leyes que les afectan. Este fracaso histórico conlleva transitar durante alguna década por el desierto de iniciativas ciudadanas. Aunque la “victoria”, del bipartidismo ha sido pírrica, ya que en esta contienda el régimen partidario y político del 78 ha quedado más que tocado.  La denominada izquierda ha sufrido en este docenio transformaciones que en general se califican de degradación. Los grupos políticos a la izquierda del PSOE se aglutinaron en torno a IU (izquierda unida). La progresiva degradación de esta conjunción de organizaciones provocó un aluvión de nuevas voluntades, se crearon nuevos partidos y grupos que establecieron confluencias. Los movimientos espontáneos del 15M, con su carácter horizontal, no partidario, arracimaron a cientos de miles de personas, la mayoría jóvenes, que aportaron anhelos de actuar libremente en política. Y ese enorme caudal de esperanzas que permitiría en cada lugar consolidar una fuerza transformadora de la realidad fue canalizado por quienes si tenían intereses particulares para promocionarse políticamente. Y llegaron las prisas por alcanza poder. Y Podemos se alía con IU, pensando que 4 millones de votos de Podemos y 2 de IU sumarian 6 millones. Hay quienes vaticinaron la debacle, argumentando que amplios sectores de personas que militan en estas nuevas opciones no asumirían de grado esas componendas electorales. Y de 6 se pasó a 3, más que sumar se dividió por 2. Y siguiendo las alianzas, el proyecto de IU va diluyéndose en Podemos, según unas o parasitándolo, según otras. Y se da un paso más y se pacta con el PSOE, con la casta de siempre. Vuelta a dividir por tal de tocar poder. Y las confluencias se van desmarcando pasando a contestar determinadas políticas que ya Podemos, formando parte del gobierno, sólo podía comentar, ni siquiera criticar aunque fuese con la boca muy, pero que muy chica. Emergen de nuevo los dos grandes dragones de la política española: PP y PSOE. Parecen olvidadas las historias, con sentencias firmes, de probadas corruptelas y fraudes fiscales, apropiación indebida, dolo… Vuelven a retomar todo el protagonismo en las diferentes citas electorales. Se afianza la alianza de los partidos de derecha que alcanza numerosos acuerdos de gobernanza, tanto en las municipales como en las autonómicas. Mientras se hace preciso la confluencia de los partidos de izquierda pero no son suficientes para formar gobierno y se produce una “confluencia” política con partidos de derecha y ultra derecha. Unos, los llamados de izquierdas, justificando pactos ”contra natura” por aquello de desarrollar lo que denominan políticas progresistas. Otros, lo que son y se llaman de derechas pura y dura, porque consideran que es la única manera de conseguir sus sueños independentistas. Independencias que sólo tienen por objeto el que sus élites económicas nacionalistas se queden con las plusvalías de sus respectivos territorios en exclusiva. Y con el slogan de dar a España "cuatro años más de estabilidad, convivencia y progreso", Pedro Sanchez es investido presidente de Gobierno con 179 votos, 8 más que la oposición y, ¡ojo!, cero abstenciones. Esos 179 apoyos provienen de un coctel compuesto por siete formaciones políticas (Sumar, PNV, Bildu, ERC, Junts, BNG y Coalición Canaria). Parece increíble como programas electorales tan antagónicos, que se supone que son los que el electorado de cada formación a elegido en las urnas, den como resultado este “contubernio -cohabitación ilícita- porque es evidente que hay, quienes votaron a esos partidos, no les ha hecho ninguna gracia que eso ocurra, aunque se le haya explicado que esa “traición” es conveniente para desarrollar el programa propuesto. En fin como el fin justifica los medios o hay que hacer de la necesidad virtud, pues eso. Alegría en el hemiciclo, aplausos, por aquello de “frenar” a la derecha, con más derecha y a ver si es posible gobernar con este batiburrillo. En un Parlamento tan fraccionado y con intereses tan contrapuestos la legislatura que se inició en julio de 2023 comienza a ofrecer espectáculo que ante la evidencia, hasta los medios de comunicación lo califican de esperpento. Parece que nada está claro, o mejor dicho algo si lo está, pero lo que es evidente, que es la “apuesta” por quedarme con el sillón, no acaba de ajustarse al modelo de acción parlamentaria que en la cabeza del electorado se instaló. ¿Se sabe bien por qué? Que la derecha independentista más contumaz apoyara la investidura del actual presidente de gobierno es algo consustancia a las politiquerías que desde la transición se ha instalado en esta débil y anodina “democracia”. El “bloque progresista” se cuartea en un santi amen buscando la posibilidad de secuestrar el poder del gobierno. Los chantajes van y vienen. Y el más evidente es el que se hace instigado por el huido de la justicia en Bélgica que maneja los hilos para rehabilitarse políticamente. También las fuerzas vascas, independentistas ellas, a diestra y siniestra, o las independentistas catalanas tienen claro que, agarrado Pedro por donde parece más importarle, pueden dirigir la política del Estado a favor de sus claras intenciones de desmembrarlo en cuanto puedan. Y Pedro se sienta en la Moncloa diciendo tener claro que ese sillón le permite hacer y deshacer, aunque a cambio tenga que abonar algún que otro peaje, total él no lo paga. Nadie puede imaginarse la enorme inyección de autoestima que cada día supone para el “jefe” de gobierno mandar, esto o aquello. Jugar al juego de “equilibrios” negociadores hasta el último minuto, produce una adictiva adrenalina que funciona mejor, mucho mejor, que la mejor droga probada o por probar… En fin que es una autentica felicísima locura la que se vive en la casa del líder del poder ejecutivo. Que para eso es ejecutivo. Llama la atención la monolítica obediencia de todo un PSOE, que parece correr hacia al abismo de la mano de su líder. Quien no sabe cómo digerir la amargura del fracasado sueño de sumar a toda la izquierda del autodenominado principal partido de izquierda, es la lideresa de Sumar. Poque Podemos y posiblemente alguno más le han dejado claro que: “Podemos hacer lo que creamos mejor para nuestro proyecto político que no es el de Sumar”. Podemos ya se ha desmarcado, porque parece que ha visto claridad en esa larga noche de sus desdichas y poniendo pie en pared, ha llegado a la conclusión de que este experimento “progresista” tiene los días contados y los efectos de tanto circo están provocando el hundimiento del PSOE. Se otea en un futuro, no muy lejano, que le toca el turno de gobernar a las derechas y que, en ese siempre doloroso tránsito de quitar derechos a las gentes, se regenerará una nueva izquierda que igual Podemos, o Multipliquemos lidera. ¿Será así? Convendría que en PSOE y Sumar hicieran alguna reflexión sobre las consecuencias de sus decisiones de hoy y el panorama que quedará el día después de perder el gobierno.

Fdo. Rafael Fenoy.

 

 

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