“Año nuevo, vida nueva”. Esta es la frase más empleada cuando va agonizando el viejo año, porque sentimos que cuando empieza el nuevo podemos hacer todo lo que nos propongamos, incluso empezar una vida nueva. Buenos propósitos, sí, pero no todas las personas de este precioso planeta azul pueden decirlo. Si no, preguntemos a los gazatíes asediados por Israel que ya ha prometido más guerra para este nuevo año. Y ahí va, sin impedimento ni obstáculo hacia la expansión de la contienda; no hay quien lo frene, incitando, incluso a Irán en el Líbano y Siria en el mar Rojo, avivando el fuego para que todo Medio Oriente entre en esta despiadada batalla, dándole a Washington, un motivo para asegurar y demostrar su hegemonía militar y geopolítica en Oriente Medio. Y lo peor es su insensibilidad e imperturbable actitud hacia la carnicería y hacia las llamadas internacionales al alto el fuego. Lejos de ello, asegura no dejar la lucha y la destrucción de cualquier indicio de asentamiento palestino, la masacre arbitraria de civiles y una crisis humanitaria, ya sin comparación en estos lugares. Netanyahu, así se lo hizo saber a los diputados del Likud, su partido ultranacional: “La lucha será larga y no está cerca de su conclusión, seguiremos combatiendo y se intensificarán los combates”. No respetaron ni la Navidad y los bombardeos convirtieron esa fecha en una de las más sangrientas y funestas de esta guerra. Cerca de 23000 muertos, 7000 desaparecidos y 1900000 de desplazados no son aún suficientes para vengar la muerte de los mil doscientos israelíes asesinados por Hamás. Cumplirán su promesa de no parar la lucha, siempre lo han hecho, siempre desoyen la petición de la Comunidad Internacional del alto el fuego. Y, cómo no, ahí está el veto de los estadounidenses en el Consejo de Seguridad de la ONU, impidiendo que se ponga fin a esta carnicería. Los ocho mil niños muertos y las más de 6300 mujeres, sin contar con los más de 7000 cuerpos que se supone están bajo los escombros, no les parece suficiente ni obstáculo, ni inconveniente, ni limitación para continuar con ella. “No se detengan. La guerra continúa hasta el final” (palabras textuales de Netanyahu a las tropas israelíes el día de Navidad). Su objetivo está en marcha, que no es otro sino el de vaciar la Franja para ser ocupada por ellos más tarde. Está claro, los gazatíes sí tendrán una vida nueva, que no buena y sí llena de sufrimientos y hambruna, si es que se salvan del cruel exterminio.
¿Y los argentinos, tendrán vida nueva con su flamante presidente ultraderechista, Javier Milei? De momento, ya hay quien protesta por el programa económico de ajuste y para contener la movilización de dicha protesta en la calle, el Gobierno ha estrenado El Protocolo de Orden Público, que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, había anunciado y puesto en práctica. Fuerzas federales cortaron el paso a los manifestantes, que lo hacían con consignas en contra de Javier Milei, exigiendo a las centrales sindicales un plan de lucha para pedir el aumento salarial de los trabajadores. Piensan que con el ajuste brutal contra la clase obrera lo que pretende conseguir el Gobierno es fracturar la moral del trabajador. Y Milei ha prometido que aplicará hasta seis años de cárcel a todo el que proteste contra su plan de choque en la calle. A ver qué ocurre el 24 de enero en la huelga de doce horas que los movimientos obreros, la CGT (Confederación General del Trabajo) y la CTA (Central de Trabajadores Argentinos) han convocado en contra del Gobierno de ultraderecha. El recientemente nombrado presidente argentino ha enviado al Parlamento una ley de más de 600 artículos que le confieren al Ejecutivo facultades para legislar con derecho de hacerlo por encima del ámbito parlamentario natural. Dicho programa incluye estrictas sanciones para aquellos que protesten en la vía pública en contra de su programa y sus reformas, o en contra del llamado “decreto motosierra” (mega Decreto de Necesidad y Urgencia, DNU). Los sindicatos han avisado que no están dormidos y pelearán por los derechos de los trabajadores. Los argentinos piensan que con esta ley lo que se busca es a toda la red de protección social, económica y de soberanía. Los argentinos tendrán también una vida nueva, ¡pero a qué precio!
¿Y los sudaneses, tendrán vida nueva? No solamente tienen que soportar los enérgicos enfrentamientos entre los dos bandos militares (Fuerzas Armadas de Sudán y las Fuerzas de Apoyo Rápido) que detonaron en Khartoum el 15 de abril y derrocaron conjuntamente al gobierno de transición por la reforma de las fuerzas de seguridad durante las negociaciones para un nuevo gobierno, sino que, además, los sudaneses se ven obligados a huir del país por la crisis climática que traen tanto sequías como inundaciones y que les hace la vida aún más difícil. Sudán es un país que manifiesta los niveles más altos de necesidades humanitarias. Allí los fenómenos meteorológicos están siendo extremos, lo mismo destruyen cosechas, que pierden ganado.
La invasión rusa de Ucrania cumplirá dos años en febrero de 2024 y sin atisbo de que vaya a acabar pronto. Pero, además, se viven otros conflictos armados a gran escala en Burkina Faso, Somalia, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria. Sin embargo, qué poca visibilidad tienen estas últimas a nivel mundial, qué poco interés generan, y, no, sus habitantes no tendrán vida nueva como los occidentales, ni podrán decir “me pongo a dieta” porque ya lo están forzosamente.
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