Las aguas de los puertos del sur de Europa andan revueltas tras la marejada a fuerte marejada que ha supuesto una directiva de la Comisión Europea que grava y controla las emisiones de dióxido de carbono del transporte marítimo. El nuevo régimen de derechos de emisión, que así se llama, pone en desventaja a las instalaciones portuarias del Viejo Continente con respecto a las de otros países cercanos como Marruecos.
¿Por qué? Porque las navieras tienen una exigencia medioambiental en los puertos europeos de la que son eximidas en países terceros. Se da la paradoja, por ejemplo, de que en un entorno geoestratégico como el Estrecho de Gibraltar, con dos puertos de la magnitud de Bahía de Algeciras y Tánger Med separados por apenas veinte millas, se penalizará el dióxido de carbono de los buques que naveguen por una orilla, pero no los de la contraria.
La directiva, que entró en vigor el pasado 1 de enero, provocó algo inédito: puertos del sur de Europa, que habitualmente son competidores, se unieron en diciembre en Algeciras para reclamar una moratoria del dictamen, moratoria que no ha llegado. Barcelona, Valencia, Las Palmas, Sines, Gioia Tauro, además del campogibraltareño, daban la voz de alarma. Llueve sobre mojado porque la autoexigencia medioambiental europea ha transcurrido en paralelo con la solidaridad en forma de inversiones en muelles que, finalmente, son competidores de los puertos españoles. Para muestra, un botón: Tánger-Med. El puerto marroquí es asunto de Estado. El de Algeciras es muy importante; es líder, pero también en la discriminación al contar aún con una conexión ferroviaria del siglo XIX.
El Banco Europeo de Inversiones concedió un préstamo de 200 millones de euros para la ampliación de los muelles tangerinos, que además cuentan con costes laborales inferiores. La lógica y plausible solidaridad del Viejo Continente llevó a compartir tecnología y conocimiento con los responsables del puerto marroquí allá por los primeros años del siglo XXI. Hoy es un fortísimo competidor que, gracias al dictamen de la Comisión Europea, tendrá un valor añadido para seguir creciendo como centro de transbordo en el que operan multinacionales del transporte marítimo. Mientras tanto, Bruselas menosprecia las lógicas reclamaciones de los puertos del sur, pero del sur europeo.
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