La soberbia en política dificulta enormemente cualquier diálogo entre las diversas nacionalidades y regiones. La necedad suele espigar antes que la sensatez. Algo que hoy abunda en el tajo político por desgracia. Bajo estas peanas, donde la política además se ha avivado como profesión que deja mucha pasta y no como servicio, los diferentes gobiernos, incluido el gobierno central, a veces lo tienen más que complicado para dar a la política ese corazón de entrega humana, de unidad hacia la patria común e indivisible, que constitucionalmente se predica. No se puede dar lo que no se lleva consigo mismo. Quizás sea el momento de decir ¡basta!, y recuperar el rol fundamental del respeto a los poderes estatales con políticas de Estado.
La política de Estado huye del decretazo y retoma una y mil veces posturas de adhesión. Si, en verdad, hubiese esa política de dialogo y no de gobierno partidista, ahora estaríamos debatiendo las causas y los motivos, desde todas las fuerzas vivas del Estado, porque en España el desempleo sigue creciendo a pesar de que se distribuyan, vía decreto, millones de euros para el estímulo de la economía y el empleo. Dónde se falla. Quizás la cuestión de dar no sea tanto, que también lo será, pero hay que ver el cómo, cuánto y a quién. Esto suele ser más fructífero escuchando y debatiendo desde el pluralismo político y la pluralidad soberana. Otro ejemplo: el pacto por la sanidad. Más de lo mismo: el pacto por la educación.
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