Lo que queda del día

Gran Hermano

Gran Hermano posee el privilegio, aún carente de demostración científica, de haberse convertido en el programa de televisión que nadie ve -o nadie reconoce ver-, pero del que todo el mundo habla, hasta el punto de que ya no sabemos si sigue siendo rentable para la cadena que lo emite por esa circunstancia que por su propia emisión. De una u otra forma, hay un hecho evidente, hay mucha gente a la que parece avergonzarle el hecho de reconocer que ve Gran Hermano; es más, que es adicto a Gran Hermano, a sus miserias, a los anabolizantes de sus concursantes, a la dudosa o reconocida inclinación sexual de los habitantes de la casa, a sus deslenguados y escatológicos diálogos, al soez e impúdico exhibicionismo que practican tanto concursantes como invitados al plató. Y ahí está, nadie lo ve pero todos hablan de él, como si se tratase de la misteriosa aparición de un platillo volante que nos abduce en plena noche de verano.

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