La pérdida de un ser querido supone una tragedia que afecta a familias, amigos y comunidades, dejando un vacio que difícilmente se puede llegar a superar. Cuando hablamos de suicidios, todo es más controvertido y la incertidumbre traspasa los umbrales más emotivos y sentimentales, llegando a crear un sentimiento de culpa generalizado que marcará toda la vida.
España es uno de esos países en los que el suicidio está aumentando cada año, desde los 1.982 fallecimientos autoinfligidos en 1980 a las 4.087 personas que se quitaron la vida en 2022, un 2,3% más que en 2021, según los datos provisionales publicados por el INE en su estadística ‘Defunciones por Causa de Muerte’. No sorprende que el 90% de las personas que se quitan la vida tengan algún tipo de problema mental, pero lo que realmente es triste con estos datos que ya se manejan desde hace unos años es la falta de profesionales para dar respuesta a dichos casos.
Según advertían desde La Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM), al menos en España se necesitarían unos 1.850 profesionales más para minimizar el impacto que las patologías mentales están ocasionando. Es relevante que la segunda causa de muerte en los jóvenes menores de 15 años sea el suicidio, algo que ya debería poner en alerta y solventar con estrategias y profesionales un problema social que nos implica a todos. Quitarse la vida jamás debería ser una salida, no importan los problemas que se tengan, siempre deben existir otras vías para subsanar dichas dificultades, o eso es lo que debería proporcionar esta sociedad, que acaba mirando hacia otro lado ante cifras tan tremendas como las que expongo. Se necesitan soluciones urgentes para que la vida siempre sea la mejor alternativa y morir, solo cuestión de años. Hasta siempre amigo, siento enormemente tu pérdida.
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