Un atuendo de cintura imposible, con encaje de guipur anaranjado y cristalitos grises y blancos: el vestido de cóctel que Audrey Hepburn vistió en una escena de la comedia romántica “Desayuno con diamantes” en 1961 refleja la huella del tiempo en una pieza de alta costura frágil y elegante, que una vez fue completamente rosa.
Cesar Rodríguez Salinas, conservador y restaurador de tejidos y moda histórica del Kunstmuseum de La Haya, ha estudiado al milímetro ese vestido y analizó el impacto del tiempo en la conservación de la prenda. ¿Por qué es importante este trabajo? “Para alertar de la consecuencias de los procesos de iluminación poco cuidadosos”, advierte a Efe.
El vestido, confeccionado en seda, un lazo rosa, sin mangas y hasta la rodilla, es obra del francés Hubert de Givenchy (1927-2018), amante de las artes que donaba su patrimonio generalmente sin beneficio para su conservación y disfrute popular. La alta costura de la época colaboró con la industria cinematográfica, algo que incluso nominó a los Oscar al propio Givenchy en 1958.
“Hablamos de la primera parte de lo que fue la alta costura, cuando todo se cosía a mano, y apenas se usaban máquinas. Este concepto cambió después. La producción de estos vestidos se interpretaba casi como una obra de arte al juntar diferentes profesionales para poder realizar algo así. Solo al rastrear a los proveedores de cada uno de estos materiales, se ve la exquisitez que tenía Givenchy al realizar estos vestidos”, explica, desde el taller del museo.
Hay dos copias del vestido rosa: una en un museo irlandés, y la otra fue un regalo de Audrey a una baronesa neerlandesa, Gabrielle Zuylen Van Nijevelt, con la que compartía talla. Lo vistió, aunque no hay imágenes que demuestre “si se lo puso en un acto oficial, o solo en casa”, dice Rodríguez Salinas. La baronesa se lo donó al Kunstmuseum en 1988.
La prenda mantiene la etiqueta que evidencia la colaboración con Paramount Pictures, y un número de serie escrito a mano del inventario de Givenchy que confirma que se confeccionó en París antes de ser enviado a Estados Unidos, según la investigación entre el Kunstmuseum y el instituto valenciano de conservación y restauración del patrimonio cultural (IVCR+I).
Sencillo, frágil
Es un vestido sencillo, compuesto por dos partes -la superior y la falda- y está íntegramente decorado con apliques en forma de abanico realizados con unas pequeñas piedras. La prenda no se ha modificado con el tiempo, conservando el tallaje original, aunque el museo la ha sometido a tareas de conservación en tres ocasiones para sujetar el guipur y los cristales.
“Antes no sabíamos por qué se desprendían. Ahora sí: a nivel composicional, se quiebran los hilos, y, en reacción con la iluminación, que tiende a acidificar y debilitar fibras naturales como la seda, caen con el tiempo. Imagino que este vestido ha estado expuesto a radiación ultravioleta directa, como la luz solar y los focos tras horas de rodajes”, lamenta.
Gran parte de las aplicaciones han perdido su color original, lo que se puede ver “levantando una de las piezas de guipur para ver cómo, por abajo, el color es un rosa mucho más intenso que en la superficie”. Lo que hoy se ve mucho naranja, tendió a ser mucho más rosa, al igual que los cristales, que también se perciben grises y blancos.
La idea era que todo fuera una unidad, y no los “elementos dispares” que es hoy, señala el experto español. Compara dos piezas que han caído por la degradación del hilo: el anverso ofrece un color “mucho más opaco, naranja y aburrido”, mientras que el reverso conserva el color original, “más brillante y colorido”.
Además, los talleres de alta costura tendían a hacer todo a mano, y los cristales se pintaban con pintauñas, como resinas alquídicas que con el tiempo se endurecen y pierden flexibilidad.
“Observamos algo que consideramos una obra de arte de la cultura de masas popular, y que no está cómo se observó en su día. Es importante documentarlo y transmitirlo. No podemos devolverle el color original porque esto no se pinta ni se vuelve a teñir, pero es importante hacer entender que, no tomar medidas con los procesos de iluminación acarrea estas consecuencias. Pierdes el color original y el concepto de la obra cambia”, advierte.
La radiación lumínica, la humedad y la composición de los adornos son los principales causantes del mal estado de conservación del vestido, concluye Rodríguez Salinas, en un mensaje de advertencia para salvaguardar el arte que produce la gran pantalla.
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