Notas de un lector

La puerta del hogar

Avalado por el premio Alegría, ve ahora la luz “Lirica industrial”, de Rubén Martín Díaz

Publicado: 20/11/2023 ·
12:03
· Actualizado: 20/11/2023 · 12:03
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Dos años atrás, daba cuenta de la aparición de “Un tigre se aleja”, de Rubén Martín Díaz (1980). Era aquel el sexto poemario del escritor albaceteño tras “Contemplación” (2009), “El minuto interior” (2010, premio “Adonáis” y premio “Ojo Crítico” de RNE), “El mirador de piedra” (2012, premio “Hermanos Argensola”), “Arquitectura o sueño” (2015) y “Fracturas” (2016, premio “Barcarola”),

Escribí, entonces, que el tono celebratorio de entregas anteriores remitíahacia un proceso de mayor contención, en donde el sujeto se integraba en una sucesión de acontecimientos. Su trama vital, pues, categorizaba la mímesis de la realidad y vertebraba sus sentidosmediante la plenitud de un verso evocador y actante: “Y es golpe de aldabón/ la luz que agujerea la puerta de mi pecho,/ se adentra y pide espacio,/ no hace hueso de sombra entre sus brasas/ sino que clama al éxtasis,/ dulcifica este instante de reposo/ como un batir de alas de libélula”.

Avalado por el premio Alegría, ve ahora la luz “Lirica industrial” (Rialp. Col.Adonáis. Madrid, 2023), un libro vertebrado en torno a la acendrada soledad del ser humano frente al inquietante universo de las máquinas. Ante tal dicotomía, el yo lírico orilla su decir en torno a un conflicto complejo si vigente, sombrío si  cómplice.  Por eso, Rubén Martín se nutre de una expresión íntima, de un verbo reflexivo que alumbra los estados del ánima con el cual contribuye a desnudar la intrahistoria de su pensamiento: “Cada tarde regreso/ a mi puesto en la fábrica./ He besado a mis hijos,/ también a mi mujer,/ y he cerrado la puerta del hogar/ con el gesto apacible de quien lanza/ una moneda al aire/ y sabe que la suerte le es propicia”.

Dividido en tres apartados, “Los trabajos y los días”, “Polígono industrial” y “Vacaciones”, el volumen se unifica en la intención de ser heredero de una historia propia y común, que pugna por convertir en plural la incertidumbre social, educativa y cultural que gira en derredor de nuestra rutina. Porque la mirada del poeta se torna abarcadora y su voz se inquiere (“¿y para qué la vida? ¿Para qué?”) y se hace solidaria en busca de respuestas que se acerquen a la felicidad. De ella, pareciera también nutrirse al cobijar su corazón al hilo de lo familiar: “La oigo respirar pausadamente (…)  Es tan pequeña que parece el nido/ de un pájaro abrumado por la noche./ La intuyo distraída allá en su mundo,/ ausente del poema, desligada/ del padre que la vio nacer. Y aquí,/al otro lado de ese sueño, siento/ clavarse en mí el punzón de la nostalgia/ con la fuerza absoluta del amor”.

Hay, además, en el conjunto de estos sugestivos poemas, un anhelo por alcanzar la luz que guíe al sujeto lírico por las veredas de lo profundamente humano. A veces, en soledad, a veces en compañía, su verso preciso, rítmico, se hace elástico y moldea sabiamente los contornos que conviertan en excepcional lo cotidiano, la fe que aliente la esencia de una existencia regida por la dicha, por la cromática verdad de los días: “Estoy solo en la fábrica/ confinado en su noche,/ pero empiezo a temblar/ en las palabras/ y el poema desciende/ poderoso,/ doblegado ante mí,/ como si un dios hincara/ las rodillas/ ante una mustia flor/ para poder sanarla”.

 

 

    

 

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