Los fines de semana en Jerez comienzan a sonar a compás. El otoño es la ocasión perfecta para que las peñas flamencas organicen sus ciclos tradicionales y ya estamos inmersos en ello. A veces es difícil elegir a qué cita asistir, pues algunas de ellas coinciden con otras y uno aún no ha conseguido partirse en dos. Lo he intentado pero que va, el único omnipresente es Dios.
El pasado sábado, una vez que disfruté viendo a la Virgen de la Estrella Coronada en su saludo a la Virgen del Carmen Coronada, seguí la senda por la Plaza Belén hasta llegar a la Peña Buena Gente. Allí nos esperaba el cantaor Juanfra Carrasco, al que hace años que llevo escuchando y con el que he coincidido en fiestas y juergas hasta el amanecer. Para la gran mayoría de jerezanos, este extremeño era un gran desconocido pero las redes sociales han hecho que se convierta en un artista mediático gracias a Mi jardín de rosas, título de un single que ha sonado en cada casa, en cada perfil de tiktok. Juanfra estuvo acompañado por Diego del Morao, el elegido por las musas, así como por una legión de seguidores de distintas edades que fueron a ver a su nuevo ídolo en persona.
Solo estuve en la primera parte porque debía irme para Tío José de Paula, peña de Santiago que continua con su ciclo de los sábados noche. Otro gentío se agolpaba en la puerta de la calle Merced para escuchar a La Fabi. ¿De dónde sale tanta gente? Es una alegría que las peñas se llenen ya que hacen el esfuerzo para que la actividad flamenca no cese y que se cumplan los objetivos de la transmisión oral y del cambio generacional. No me esperaba la repercusión que provocaría esta cantaora de Arcos de la Frontera que se enamoró del cante escuchando a Camarón.
La Fabi es una artista en todo el esplendor del término. Lo demuestra cada vez que se sube al escenario y eso que no es habitual verla en determinados circuitos como en el de las peñas flamencas de Jerez. Pues bien, después de su actuación en la noche del sábado podemos decir a grito pelado que hacía tiempo que no se vivía algo parecido. Como un torero que sale a la plaza a jugársela, así salió La Fabi al escenario. De rosa y terciopelo, derramó toda la clase que tienen sus brazos, toda la profundidad de su garganta, todo el repertorio de su memoria.
Contó con la guitarra de Curro Carrasco, un tocaor que cada vez me gusta más porque se luce lo justo y eso es clave para acompañar. Los allí reunidos se levantaban del asiento como síntoma de felicidad, aplaudían a cada instante y asistían a una actuación fuera de lo normal. Por alegrías, taranta, tientos y tangos, bulería por soleá, seguiriya, bulerías… provocó una eclosión de sensaciones y todas ellas positivas. Es festera por excelencia y tiene una voz entre lo dulce y lo racial, entre lo que gusta y lo que duele. No se guarda nada, lo da todo, sale a triunfar, cada actuación parece la última, no quiere defraudar a nadie, se deja la piel y, además, su carácter no le permite comportarse de otra manera. “Que me salgan más contratos”, decía al finalizar ante tantos piropos entre la risa y la broma.
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