San Fernando

La medicina para el desaliento

Tras dos recodos y vuelta y media por el laberinto de los vinilos memoriales, me vinieron al oído los sones azucarados de 'Los Indios Tabajaras'

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  • 'Los Indios Tabajaras'. -

Ayer a mediodía, allá sobre la hora sexta (de ahí la palabra siesta) me sentí un tanto desalentado sin saber por qué. Este talante anímico, por fortuna decreciente, me resulta familiar y siempre tiende a descentrarme como una rosca excéntrica sobre un tornillo reluciente. Mi juicio se empaña y no acabo de acoplar los conceptos meridianamente. Dicho vulgarmente, me sentía chungo. Falto de interés, carente de ansias, huérfano de planes… Se que no soy el único terrícola afectado por este nosequé, pero no siempre el mal de muchos es consuelo fetén para otros. A veces no vale. Entonces hay que explorar distintos atajos de escape.

Busca que te busca una senda fiable por donde tirar, me tropecé nuevamente de frente con la música. Esta vez no se trataba de escuchar letras que recetarme, no. Simplemente música en pelotas. Sin rimas ni más avíos. Esas siete notas que Guido de Arezzo ubicó sobre cinco líneas para luego llamarlo pentagrama. Perfecto. Muy retórica la parrafada, pero ¿qué escucho? ¡hay tanto! ¿me hará efecto? Bueno, por intentarlo que no quede. Total, no pierdo nada con ello.

Así pues, me puse a tirar de archivo filarmónico. Tras dos recodos y vuelta y media por el laberinto de los vinilos memoriales, me vinieron al oído los sones azucarados de Los Indios Tabajaras. Aquel dúo de hermanos brasileños al que durante años imaginé tan numerosos como una coral donostiarra pero muda, y que aderezaron mi adolescencia con fascinantes momentos de embrujo a la tenue luz de una pista de baile de la época, ceñido a un cuerpo quinceañero ávido de ternura.

Me enganché al iutub, tiré la moneda al aire y entregué mi voluntad al sonido de las notas que me esperaban. El efecto fue prácticamente inmediato. María Elena, La chica de Ipanema, Begin the beginnig, El cóndor pasa… No hizo falta más. María Elena vertió el agua en la taza, La chica de Ipanema añadió la poción mágica, Begin the beginning la removió y El Cóndor pasa no pasó. Se quedó y terminó la faena. Los altibajos emocionales retomaron su uniformidad y las burbujas de gas desvanecidas, chispearon de nuevo restituyendo mi optimismo ausente. Entonces si. Una vez desterrado ese estado antipático de humor, una canción con letra, apuntilló el exorcismo musical realizado. ¡Como no caí antes! ¡Si nos lo había dejado en bandeja Juan Pardo en su canción Bravo por la música! Especialmente en esa estrofa donde refiriéndose a las siete notas musicales asegura que son más alegres que el sol y provocan cambios extremos de humor.

¡Cambios extremos de humor! Ay, ay, ay. Torpe de mí. Yo buscando en el gallinero y la gallina en el salón. No sé si será cosa de los quinquenios o simple amnesia desbocada. Incluso las dos coyunturas a la vez. El caso es que el hechizo funcionó y el ánimo caído alcanzó el firmamento en un cuarto de instante, impelido vertiginoso por las melodías propulsoras. En cierta ocasión leí que no hay mal que no espante una hora de buena lectura. Vale. Seguro que es cierto. Pero a partir de ahora me voy a asegurar de llevar siempre en el pastillero junto a la aspirina y la viagra, unos comprimidos de música estimulante por si al desaliento le da por reaparecer.

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