Eran las 23:11h del pasado viernes 8 de septiembre. Parecía un extraño mareo hasta que tomó más intensidad y la botella encima de la mesa de la cual bebía Andrea mientras cenaba se movía de tal manera que le dio que pensar. Algo estaba pasando. Se fue la luz y los gritos de los vecinos no tardaron en irrumpir en medio del inaguantable sonido del temblor que inundaba todos los rincones de la casa. Andrea vive en un cuarto piso y, en cuestión de segundos, comenzaron a desalojar su edificio entre una abrumadora incertidumbre y miedo. Unos segundos que no olvidará.
A pesar del pensamiento constante de “me voy a morir”, Andrea ayudó a evacuar del edificio a niños y vecinos y tras el caos del momento, sin luz ni electricidad en plena noche en Marrakech, todo cesó, aunque la principal preocupación entre la población era una posible repetición. Volvió a subir a su piso rápidamente a coger algunas cosas más por si tenía que irse al hotel donde trabajaba y horas más tarde, volvió a vivir una réplica que ya la sintió junto a sus vecinos fuera de casa.
Esta roteña, narra esa noche desde las calles de Marrakech como un caos generalizado entre los gritos y el pánico de una sociedad sumida en la incertidumbre originada por el brutal terremoto que acababan de presenciar.
Andrea cuenta a Viva Rota que a la mañana siguiente, con un primer informe de 800 muertos, ya comenzó a asimilar que no había sido un mal sueño.
Marruecos acababa de sufrir el mayor terremoto de la historia del país. Un seísmo de magnitud 6,8 en la escala de Richter que deja hasta la fecha un total de 2.900 muertos y 5.500 heridos así como más de 300.000 personas afectadas según las estimación de la ONU y 100.000 de ellas niños según UNICEF. Los supermercados en el país alauita alertan de que productos básicos como la leche se están acabando y aún hay cientos de desaparecidos. Todo esto en un contexto en el que el gobierno de Marruecos declina las ofertas de cooperación internacional.
“Para mí fue como una pesadilla”, explica Andrea Ruiz, roteña desplazada a Marrakech por trabajo, aún desconcertada por la situación que está viviendo en el país y su entorno: Cuando lo vives, describe, “es algo no natural”. Cuando se reencontró con sus compañeros de trabajo con los que comparte su día a día en Marruecos en el hotel en el que trabaja desde hace cuatro meses recuerda que fue una alegría al ver que todos estaban sanos y salvos. Sin embargo, la casa de uno de sus compañeros se ha derrumbado y otra compañera dice haber sufrido también las consecuencias del temblor y su casa ha sufrido daños.
Ahí fue entonces cuando Andrea decidió volcarse con sus compañeros para que pudieran recuperar lo antes posible su vida y garantizar, primeramente, comida y medicamentos para ellos y para sus familias. Por ello, Andrea Ruiz ha puesto en marcha una recogida de fondos para ayudar a estos amigos y, aunque lleva tan solo unos días, anima a colaborar para restablecer lo antes posible su vida.
Poco a poco, sus amigos y familia están consiguiendo una cantidad significativa aunque aún no es suficiente. De lo que se recopile, el 80% irá destinado a sus compañeros afectados y el otro 20% Andrea ha asegurado, comprará ropa, colchones y otros enseres y objetos de primera necesidad para las personas que viven en la zona más afectada, en la cordillera del Alto Atlas, cuyas poblaciones han sido las más perjudicadas por este terremoto y además las que cuentan con menos recursos. Además de cuenta de Paypal, Andrea pone a disposición de quien lo vea a bien, su número de teléfono (+34 697122527) para recibir bizums y comprar los objetos de primera necesidad. Ya lleva comprados en esta semana algunas almohadas, ropa, alimentos de primera necesidad y medicinas.
“Todo lo que se pueda aportar es necesario”, insiste Andrea, quien avanza que esta semana se desplazará a la zona más afectada de Marruecos para ayudar de primera mano a las familias que allí viven.
“Me he dado cuenta de que, de un momento a otro, te puedes quedar sin nada y tienes que empezar de cero”, reflexiona y lamenta los difíciles momentos que está viviendo el pueblo marroquí, al que está tan apegada.
Una forma de ayudar, también es contribuyendo a enriquecer el turismo en el país. Este es un sector cada vez más en auge en el reino y del que viven muchos marroquíes. Por ello, esta roteña insiste en que no se paralice el turismo para seguir generando riqueza en el país con el objetivo de beneficiar al pequeño comercio que es ahora cuando más lo necesita: “El turismo no puede parar, no se le puede coger el miedo a lo que pueda pasar porque ahora lo necesitan más que nunca”.
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