El otoño se adelanta y el agua deja algunas caricias, pero insuficientes para paliar la situación de sequía que vivimos. La Viñuela, ese inmenso pantano axárquico que antaño ofrecía imágenes bucólicas, sobre todo en verano, sigue durmiendo a la espera de volver a ser el que fue y, mientras tanto, observamos angustiados cómo el aceite de oliva se descabalga en sus precios y la vuelta al colegio de los más pequeños amenaza con esquilmar las economías familiares más frágiles. Málaga sigue debatiendo sobre qué quiere ser de mayor, mientras en septiembre, una vez pasado el brillo de la temporada alta y en la antesala de la partida de muchos a sus puntos de origen, la Junta y los ayuntamientos se plantean restricciones más duras. En algunas ciudades, como París, pergeñan un plan para evitar que la urbe de las luces se convierta en una isla urbana incapaz de proporcionar a sus habitantes una temperatura compatible con la vida. El Málaga Club de Fútbol, después del susto inicial, nos da una agónica alegría mientras que otros muchos piensan ya en la temporada que hará el Unicaja. Las exposiciones toman poco a poco posiciones en los museos y en el Ayuntamiento el equipo de gobierno y la oposición se aprestan a encarar un año en el que el debate está muy claro: el modelo de ciudad. En el distrito Oeste, una constructora devora nuestro pasado a golpe de derribo y la vida vuelve a adquirir el ritmo frenético que contrasta con la próxima caída de las hojas. Las terrazas siguen llenas de ciudadanos que quieren vivir después de la tragedia acaecida, ya anotada en el calendario melancólico de muchos que perdieron a sus seres queridos. Todos pendientes de Madrid, esperando el mercadeo barato que llevará a unos u otros a gobernar sobre todos con la aquiescencia indecente del nacionalismo. Los paseos marítimos de la ciudad siguen siendo el escenario preferido de los paseos mañaneros y vespertinos de aquellos que se han citado con el ejercicio para arañar unos días a la eternidad. Las últimas fiestas veraniegas rasgan el velo de la discordia entre dos bloques que han desenterrado el lenguaje que ya se usó en los meses previos a la Guerra Civil, sin recordar que el verbo genera realidades y las realidades, impulsadas por el ser humano, crean la historia. En esta ciudad a orillas del Mediterráneo la vida continúa en otoño mientras todo vuelve a empezar.
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