Se acerca el día de las elecciones y se multiplican los llamamientos al voto útil. Un concepto algo manido pero que suele apelar a que ningún voto se pierda, que cada papeleta tenga su reflejo en escaños y que, de paso, se facilite la formación de mayorías parlamentarias sólidas.
Como es natural, son habitualmente los partidos más grandes, en detrimento de los pequeños, los que piden con insistencia ese voto útil porque sobre el papel les permite optimizar sus resultados en las circunscripciones en las que las formaciones minoritarias pueden entrar o quedarse fuera del reparto de diputados.
Según las últimas encuestas publicadas, las elecciones del próximo domingo se está jugando en menos de 20 circunscripciones, esas en las que hay un último escaño que está bailando por apenas unos miles de votos.
De esos últimos escaños depende en buena parte que después del 23J se pueda formar una mayoría suficiente para gobernar o haya que ir a una repetición de elecciones.
Que el PP obtenga una mayoría con o sin el apoyo activo de Vox o que, por el contrario, sea el bloque de la izquierda, encabezado por PSOE y Sumar quien tenga posibilidad de reeditar la investidura gracias a algún tipo de acuerdo con ERC y EH Bildu.
PSOE y PP lo saben y echan el resto en los últimos días de campaña acudiendo a esas plazas para dar un postrero empujón que les permita tocar el triunfo o caer en la estrepitosa derrota.
Pero ojo, el voto útil puede ser eficaz en unos sitios pero no en otros. Tanto PSOE como PP buscan el mejor resultado, pero siempre que no termine por hundir los resultados de sus potenciales socios en el gobierno, Sumar y Vox.
CONCENTRAR EL VOTO
Para empezar, lo importante no es el porcentaje global de votos, sino cómo están repartidos. Bien lo saben históricamente en Izquierda Unida y en comicios más recientes en el PACMA, una formación que ronda los 228.000 votos y el 1 por ciento de los sufragios del total nacional pero que una y otra vez se queda fuera del Congreso.
El PACMA supera en apoyo ciudadano a Coalición Canaria -124.000 votos- el BNG -120.000-, Nafarroa Bai -99.000-, el PRC -68.000- o Teruel Existe -19.000-, y le separan apenas unos pocos miles de votos de EH Bildu o la CUP. A diferencia del PACMA, todos estos partidos han contado con escaños en el Congreso. EH Bildu, incluso, ha tenido grupo parlamentario propio.
Parece claro que concentrar el voto optimiza el resultado. Si además se hace en circunscripciones poco pobladas, el efecto se potencia.
Teruel Existe obtuvo un escaño con 19.000 votos, el PACMA, con 228.000, ninguno.
EL SISTEMA D`HONDT NO TIENE LA CULPA
Esta distorsión de la representación electoral viene dada por varios factores, pero el más importante es el número de escaños que se reparten por provincia o circunscripción. El sistema D´Hondt, al que en ocasiones se culpa de todos los males, tiene una influencia limitada y en ocasiones nula.
Lo cierto es que cuanto más escaños se reparten, el resultado es más proporcional y la apelación al voto útil, en cierto modo, puede perder algo de sentido.
En Madrid se reparten 37 escaños, cantidad suficiente para que cualquier partido que supere el mínimo del 3 por ciento fijado por ley, obtenga diputado. En noviembre de 2019, Más País obtuvo dos escaños con el 5,7 por ciento.
Eso sí, cada uno de los 37 escaños por Madrid costó entonces unos 100.000 votos, en Soria, donde se reparten dos, apenas 15.000 sufragios. La provincia soriana mantiene inalterado el resultado desde hace lustros. El partido más votado se lleva un escaño, el segundo, el otro.
En este caso particular, la apelación al voto útil también carece de sentido. No hay posibilidad de un tercero en discordia y PSOE y PP tienen prácticamente garantizado el escaño.
LA BATALLA DE LAS CIRCUNSCRIPCIONES MEDIANAS
Así las cosas, parece que la clave de ese supuesto voto útil está en las provincias medianas, esas que reparten entre cuatro y siete diputados y en donde hay partidos, como Sumar o Vox, con porcentajes cercanos al 15 por ciento que pueden conseguir escaño o quedarse fuera por apenas un puñado de votos.
Y claro, son los partidos grandes, normalmente PSOE y PP, los que se benefician de esas papeletas, entre comillas, tiradas a la basura.
Este fenómeno se aprecia con claridad en circunscripciones como Jaén, con cinco diputados en juego. Volviendo a 2019, el PSOE obtuvo 3 diputados con el 39,1 por ciento de los votos, el PP uno, con el 22,68 por ciento y Vox, el último, con el 19,89 por ciento.
Cada uno de sus tres diputados le costó al PSOE 47.000 votos, al PP 82.000 y a Vox 71.000. Una clara distorsión entre número de votos y escaños obtenidos. Los socialistas rentabilizaron muy bien sus papeletas, justo lo contrario que Vox, y sobre todo el PP.
Una ligera caída de Vox habría dado un vuelco al resultado, sacando al partido de Santiago Abascal del reparto de escaños en favor del PP, que habría obtenido dos diputados en lugar de uno.
Se produjo un caso parecido en Salamanca, donde se reparten cuatro escaños aunque esta vez el beneficiado fue el PP. Los populares obtuvieron dos diputados con 67.000 votos, el PSOE, solo uno, con 57.000 y Vox, el último parlamentario con 34.000.
Jaén y Salamanca son solo dos ejemplos que ahora, de cara al 23J, puede repetirse en una veintena de provincias según los últimos sondeos. Se calcula que hay casi 30 escaños en disputa por un margen que oscila entre los 4.000 ó 5.000 votos.
Una minucia para unos comicios a los que están llamados casi 37,5 millones de electores.
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