Desde la aparición de “Las ciudades de la llanura” (2000), la obra de José María Cumbreño (1972) ha ido creciendo de manera coherente y rigurosa. Una decena de poemarios avalan su trayectoria con títulos como “Árbol sin sombra” (2003, premio Ciudad de Badajoz), “Breve biografía apócrifa de Walt Disney” (2009, premio Alegría/José Hierro) o este que ahora me ocupa, “Los mapas trasparentes” (Pre-Textos. Valencia, 2023), galardonado con el premio Antonio Ródenas García-Nieto.
Desde el propio título, el lector asiste a una exploración de territorios internos y emocionales, a una búsqueda de una geografía no convencional. Un viaje interior si común, en el que se abordan temáticas universales -amor, identidad, finitud…- entrelazadas, en todo momento, a una acentuada trascendencia: “Me gustaría poder decir/ que he pasado al menos/ una parte de mi vida/ donde debería./ El daño y la herida/ me suceden a la vez. (…) Lo peor de envejecer/ no es conocer el dolor/ sino acostumbrarse a él”.
Dividido en cinco apartados, “Mapa mudo”, “Mapa político”, “Mapa físico”, “Mapa de tránsito” y “Planisferio”, el volumen se enriquece al hilo de una estructura circular que permite profundizar en el mensaje de un sujeto lírico que batalla por salvaguardar los territorios más íntimos de la memoria (“Me gustan los mapas antiguos,/ porque en ellos no aparecen/ las carreteras nuevas”). Además, cada una de sus secciones pareciera obedecer a una distinta parcela del vasto territorio de la experiencia humana, que invitan, al cabo, a reflexionar sobre las complejidades de la existencia. Porque el poeta cacereño es consciente de que “Las palabras son propósitos./ Las palabras son mapas”, tal y como reza la cita de AdrienneRich que sirve de pórtico. Y desde ellas, y a través de ellas, José María Cumbreño también se interroga y se busca entre las fronteras de lo efímero, entre los límites de lo mortal: “Qué indica la ausencia de caminos?”, “¿Cómo determinar un punto fijo?” (…) A veces hago listas/ de todo lo que me da miedo perder/ para no perderlo del todo/ como si tendiese entre dos árboles/ banderas de plegaria/ y confiase en que el viento, al moverlas,/ esparciese lo que está escrito en ellas”.
Son múltiples y variados los espacios y personajes que cobran protagonismo entre estas páginas, de tal modo que Canadá,Rusia, Estados Unidos, Italia, Alaska, Nueva Zelanda…, se completan y complementan con Plinio el Viejo, Edward Hopper, Bertolt Brecht, John Wayne, Tony Soprano…, en una suerte de plano universal, de carta de viaje solidaria y terrenal
Nostalgias y soledades, dichas y reencuentros, pérdidas y ausencias, venturas y acordanzas, conforman estos sugestivos itinerarios, estaslíricasregiones del alma, desde donde el autor extremeño escribe y reescribe toda la sed de su ayer, todo el manantial de su mañana, a sabiendas de que “un libro de poesía/ es un libro que se acerca/ demasiado a la costa”, y también “es un atlas de naufragios/ un punto sin dimensiones,/ un cuaderno de desvíos”.
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