Al igual que la gran verdad de la guerra es lograr la PAZ; la de la vida es la MUERTE .Tal vez es porque es de lo único que podemos sentirnos seguros. Lo demás nos mantiene en la incertidumbre. Todos morimos pero cada muerte como cada existencia es diferente.
Uno de los foros y escenarios de reflexión y debate más interesantes , en el que cada cual y cada quien muestran sus verdaderos YO y sus SUPER YO son los velatorios que acaban configurando una especie de terapia grupal . Hace algunos días fui testigo singular , en la ciudad de la Bella Bahía, en la que me honro vivir, Algeciras, del adiós a un ser muy querido para mi.
Asistí, como notario implicado, en ocasiones activo y en otras pasivo a todo tipo de reflexiones sobre lo esperado y lo inesperado de la parca , y lo equivocado que resulta tomarse la realidad con angustia y agonía , sin ser capacees de distinguir lo importante de lo secundario.
Tomé conciencia que en cada ciudad y en cada época se muere de modo diferente , y que a pesar de la globalización , cada persona y cada comunidad tiene la muerte en la que cree, aunque en sus expresiones más que injustas nos parezcan obscenas.
Todos somos conscientes que empezamos a morirnos en el mismo momento que nacemos , pero de una u otra forma nos resistimos y en muchos momentos nos sentimos desnudos, vulnerables y angustiados ante algo que no conocemos ni del que nadie ha vuelto para decirnos como es.
Nos movemos, en ocasiones compulsivamente entre el reto de vivir a toda prisa , sin que se nos escape ni un solo segundo , empeñándonos en aprovechar todas las ocasiones que se nos presenten, y la obsesión es, en la mayoría de las ocasiones inevitable.
Hemos de reconocer que cada día tenemos menos tolerancia a las frustraciones , aunque aumentemos más nuestra esperanza de vida , nos cuidemos como un canto a la eterna juventud , exista una menor mortalidad aparente , confundamos la felicidad de tener con el compromiso de ser , y a pesar de que digamos lo contrario , la mayoría de las ocasiones, no nos preparamos para morir.
Vivimos en una sociedad de la inmediatez y la incertidumbre , que nos lleva a pensar continuamente en nosotros mismos, nos intentan por todos los medios publicitarios crear necesidades artificiales y fomentar la ambición en todos los aspectos posibles , y poco a poco , casi sin darnos cuenta , aunque lo justifiquemos , vamos perdiendo los valores que manteníamos como inmutables.
En mayor o menor medida , todos y todas huimos por instinto del dolor y de cuanto nos cause fracaso y decepción, , ya que aspiramos a ser alegres y felices , aunque es posible que no lo logremos , y sepamos que pasarlo mal sea irremediable y luchar por superar las dificultades sea lo que nos dé nuestra mayor dimensión de humanidad.
No sabemos cuál será el momento de abandonar este mundo, pero ante la muerte que sospechamos cercana, tal vez el sentimiento más común es el miedo al sufrimiento, a qué perdamos el control de la situación , a qué pasará con los nuestros cuando ya no estemos , a los demás , al aislamiento , a qué nuestra existencia no haya tenido ningún significado, a lo desconocido.
Hay quienes mueren rodeados de laureles y reconocimientos y quienes lo hacen en el más normal de los anonimatos , los que tienen el afecto y el cariño de los suyos , y los que nos abandonan en la mayor de las soledades, los que fallecen en la cama de su casa o de un hospital o los que son arrollados al cruzar imprudentemente las vías del tren, los que sufren sin remedio y los que ponen medios para tener un final digno , pero todos más tarde o más temprano todo se nos van, aunque su recuerdo permanezca entre nosotros .
Cuando somos participes de cualquier defunción próxima o lejana , terminamos pensando que tal vez deberíamos aplicarnos más en contagiar nuestra fuerza y ganas de vivir a los demás.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es