Vinicius supone un caso único en el Real Madrid, porque comenzó en el equipo con un matiz cómico, y ha irrumpido con el balón pegado al pie en el cielo de los ‘craks’, al nivel de Cristiano Ronaldo, un suponer. En el Real Madrid o eres figura desde el primer día o los galones se conquistan poco a poco, sin incomodar al orden establecido. Es el caso del veterano canterano, ahora incomprendido por Carlo Ancelotti, Nacho. Vinicius irrumpió trompicado, incluso entre burlas del respetable por las extrañas carambolas de su juego, pero desde la pasada temporada ha subido los escalones a zancadas hasta alcanzar la categoría de estrella. En la campaña 2018-2019, con un fútbol enloquecido y estrambótico, Vinicius marcó algún tanto de manera extravagante, de casualidad, con disparos decididamente fallidos que rebotaron en un defensa rival y entraron en la portería. Al Valladolid en el estadio Bernabéu, por ejemplo. Se perdía en regates, y en ocasiones transmitía la desagradable impresión de que ignoraba la posición exacta del campo por la que corría. Incluso Florentino Pérez no pudo evitar la risa alguna vez en el palco ante alguna de esas carambolas. Y Benzemá, harto, comentó a un compañero en el descanso de un partido: “No pases el balón a Vivicius, que ése juega en contra nuestra”.
Pero Vinicius posee velocidad, que es lo único que no se entrena (se tiene o no se tiene), y la capacidad innata de regate que emana de la mejor tradición del fútbol brasileño. El disparo a puerta se mejora con el trabajo diario, con el esfuerzo, y Vinicius lo ha perfeccionado de manera admirable. El periodista Santiago Segurola escribió recientemente tras proclamarse el Madrid campeón de Copa: “Un año después de asomarse Vinicius con regularidad al equipo, comienza a instalarse una sensación paradójica: es el equipo el que se asoma a Vinicius”.
Se trata del único futbolista con el que en lustros me he encontrado en un estreno teatral en Madrid. Fue en otoño de 2021, en el Teatro Nuevo Apolo, en el espectáculo del Mago Pop. Curiosamente en una obra de ilusionismo, con números de magia deslumbrantes, en un permanente salto de la imaginación hacia una galaxia poética. Y ahí estaba Vinicius, en su butaca, sorprendido y sonriente por lo que veía sobre el escenario, con una gorra y esa cercana juventud de muchacho luchador brasileño. Ahora Vinicius deberá limar sobre el césped su rabia de chico de extrarradio. Y esta noche de miércoles se vivirá otro duelo de Champions Vinicius-Halland. ¿Vinicius hacia el Balón de Oro? Veremos.
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