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CinemaScope

Fenómenas: una cuestión de falta de tono

Carlos Therón aborda con desigual acierto la comedia de terror con esta película bien interpretada y ambientada, pero algo descontrolada

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Carlos Therón se ha movido de forma muy cómoda entre el cine y la televisión a lo largo de casi dos décadas, y sobre todo ha ido progresando en cada uno de los proyectos en los que se ha ido implicando, en especial en el cine, donde ha terminado ubicándose en el terreno de la comedia al frente de títulos que, sin buscar la excelencia -a partir de adaptaciones de argumentos de éxito en otras cinematografías: un fenómeno en auge-, ha logrado conectar con el público con historias particularmente divertidas, caso de Lo dejo cuando quiera y Operación Camarón, que mejoraron incluso a la cinta original.

Ahora, de la mano de Netflix, cambia ligeramente de registro al frente de Fenómenas, resumida de forma aparatosa como “las cazafantasmas españolas”, en la que se adentra en el subgénero de la comedia de terror con desigual acierto, en tanto que se demuestra mucho más habilitado para subrayar las pequeñas dosis de humor que para acertar dentro del territorio del susto. De hecho, todo se reduce a una cuestión de tono. La película no logra alcanzarlo en su apenas hora y media -agradecida- de metraje, en el que desubica constantemente al espectador en su avance hacia un final descontrolado y tan hollywoodiense como artificial y excesivo, como consecuencia de un fallido guion que termina jugando en exceso con lugares y referencias comunes.

Inspirada en hechos reales, el filme parte de las investigaciones realizadas por las tres integrantes del grupo Hepta, fundado por el padre Pilón a finales de los años ochenta para desentrañar fenómenos paranormales, en algunos de ellos con cierta relevancia, como ocurrió con el caso del Palacio de Linares y con el del Baúl del Monje, una tienda de antigüedades donde se detectaron fenómenos inexplicables, que son los que se reconstruyen en la película.

Cuenta Therón para ello con tres actrices formidables -lo mejor de la película junto con su ambientación-: Belén Rueda, Toni Acosta y Gracia Olayo (está en todo desde su inolvidable papel en La llamada), que se complementan y ajustan a lo previsto en cada momento, y con una secundaria de lujo, Miren Ibarguren (qué bien lo hace todo), mucho más terrorífica que los espíritus a los que se enfrentan las particulares “cazafantasmas” de un Madrid a punto de quitarse la caspa y el olor a laca de los peinados de sus protagonistas.

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